jueves, 4 de julio de 2019

El Duerna, Coto y Comarca.

Cuando Dios creó el mundo fue muy generoso con la provincia leonesa, especialmente con sus ríos, por eso los pescadores le estamos muy agradecidos, especialmente los pescadores con mosca.

Coto de pesca El Duerna. 

Nada más en  la pesca con mosca supera la magia de un río natural. Si nunca has vadeado un pequeño río de montaña donde los berros ondean suavemente en la corriente y cada piedra del fondo brilla intensamente, deberías intentarlo. Cañas ligeras, líneas y bajos finos, moscas pequeñas, peces esquivos... es el pináculo absoluto de nuestro deporte.

Es difícil por no decir imposible imaginarse lugares más bellos para el pescador de mosca que el coto del Duerna. Sus aguas limpias y cristalinas, junto con la abundante vegetación de las orillas que llegan a formar un tupido bosque, donde destacan por su altura los alisos y sauces que delimitan el cauce del río, y que en invierno parecen soldados presentando armas con sus ramas desnudas, y en verano se entrelazan las dos orillas formando una especie de túnel vegetal, donde el lance parece una utopía para las leyes físicas y en donde muy pocos pescadores antes han podido lanzar sus moscas, allí, en esas posturas imposibles se encuentra nuestra querida y esquiva trucha, siempre alerta a cualquier peligro, y todo en un entorno de tranquilidad y armonía difícil de encontrar en otros sitios de nuestro entorno, convirtiendo este acotado en un verdadero paraíso para el pescador deportivo y amante de la naturaleza.

Puerto o azud, chorrera, tabla y canal de riego. 

Este tramo del río Duerna es sin duda la mejor escuela para aprender las técnicas más complejas de presentación de la artificial y del manejo de la línea, así como la aproximación a los lugares más productivos. Aquí se aprende a leer y a interpretar el río y a intuir las mejores posturas, enfrentarse a estos escenarios es para el pescador novel un reto y un motivo de superación, y para el pescador veterano curtido en mil batallas representa lo máximo, el poner en práctica todos los conocimientos adquiridos a lo largo de los años, el doctorado en la pesca con mosca.

Los álamos reflejados en las cristalinas aguas del Duerna crea un espejo que duplica la belleza de este río. 

A lo largo de sus casi 8 Km de recorrido nos iremos encontrando con las diferentes partes en que se estructura un río, y que aquí conforman una morfología singular, los técnicos los denominan microhábitats y que se definen fundamentalmente por la profundidad y velocidad de las aguas, granulometría o medición de materiales sedimentarios del sustrato, cobertura etcétera, la mayoría de interés para el pescador como son los puertos o azudes y las chorreras asociadas a ellos, pozos o galgones, corrientes, remansos, rápidos, tablas, islas, raseras etcétera. Identificarlos y conocerlos es fundamental para afrontar con éxito una jornada de pesca en este coto, luego con los años y horas de río iremos perfeccionando la mejor forma de afrontarlos para sacar a cada uno de ellos el mayor rendimiento.

Un tupido bosque de ribera escolta incansable la ribera del Duerna, al fondo el Teleno. 

La Maragatería es una comarca llena de contrastes, su verdadero nombre es "País de los Maragatos", antaño tierra de arrieros y artesanos, en la actualidad con poca actividad económica debido entre otras causas a la despoblación, lo mismo que padece la mayoría de los pueblos leoneses. La riqueza que se genera sigue siendo la agricultura y la ganadería y algo de textil, la industria agroalimentaria y el turismo son otras actividades que tienen una importancia vital en el desarrollo de esta comarca, también pequeños establecimientos comerciales generan recursos para la subsistencia de algunas familias.

Típica construcción maragata 

Hoteles y restaurantes donde descansar y degustar la cocina tradicional maragata. 

La vida de esta zona de la maragatería leonesa se desarrolla a la sombra y abrigo de las sierras del Teleno y sus estribaciones, ninguna bandera mejor para estas tierras que sus habitantes y unos pueblos que el visitante atónito, en un momento de reflexión y admiración descubre cómo le trasladan en el tiempo a un pasado lejano, con los tonos de oro viejo y ocre de las fachadas de las casas de piedra y arcilla roja, y con el empedrado de sus calles para facilitar antaño el paso de los arrieros con sus carros y recuas de machos.

La belleza junto con la tranquilidad y sosiego de estos pueblos nos invitan a la reflexión. 

Puertas grandes de arco para facilitar la entrada y salida de los carros y recuas de los arrieros

Los arrieros maragatos en sus inicios eran humildes campesinos de vida áspera y condición social ínfima, el oficio de arriero (transportista - comerciante), surgió como un complemento al pobre rendimiento de la actividad agraria aprovechando el Camino de Santiago y las antiguas vías romanas, y la creciente demanda de bienes por parte de los monasterios. Estos arrieros en sus comienzos distribuían por todo el Reino de León los productos artesanales donde se afanaban tejedores, curtidores, zapateros, tallistas, carpinteros etcétera, y retornaban con el abastecimiento necesario para estos pueblos, algunos de ellos declarados hoy Conjunto Histórico Artístico como Castrillo de los Polvazares que viéndolo por primera vez más parece estar contemplando un decorado de película que un pueblo, o Val de San Lorenzo donde aún se pueden encontrar algunos artesanos del textil.

El cocido maragato.

Año tras año, cada vez más me sigue fascinando esta comarca maragata, por la belleza de sus pueblos y las piedras peregrinas de sus calles, por las grandes casas arrieras con grandes puertas de arcos capaces de facilitar antaño el trasiego de los arrieros con sus carros y recuas de machos. Estoy fascinado por los enigmas de viejas tradiciones como el cocido al revés, la boda maragata y sus vestimentas, o la fiesta del arado que dan a esta tierra un aire misterioso. Estoy fascinado por la sencillez de su cocina y el sabor natural propios de unos productos y enderezos inmejorables. Estoy fascinado por los bosques de encinas y robledales que acompañan al Duerna y por los prados exuberantes en primavera y los innumerables arroyos y regueros que discurren entre ellos, por los brezos que en primavera tiñen de colores rosas y blancos el paisaje, y las jaras con sus características hojas pegajosas de delicados pétalos blancos manchados de morado, las aulagas de flores amarillas, o el olor característico del tomillo que impregna todo el ambiente. ¡Estoy fascinado por estas gentes arrieras de procedencia incierta, quizás moros cautivos! ¡O tal vez tribus errantes! ¡Quien sabe! Pero sobre todo estoy embrujado, o mejor dicho, estoy hechizado por las moscas artificiales de Juan de Bergara y las truchas del Duerna.

3 comentarios:

  1. Preciosa comarca y doy fe que habitada por muy buena gente. El río es un tesoro digno de cuidar y respetar. Gracias por el texto Manuel,

    un saludo.

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  2. Ese rio pues un otro tesoro a protejer y como a otros ,si hace falta pues a tratar de restaurar de como estaba hace 100 años para que los disfruten todas las generaciones que nos vengan detras.saludos.

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