viernes, 18 de octubre de 2019

DESPEDIDA DE LA TEMPORADA 2019. "ENTRE FLORES Y TRUCHAS".

Hace unas décadas era normal que el Porma regalara peces como este. 

Es una tarde desapacible de finales de verano, estoy solo, rodeado de chopos y de paleras, arrodillado en un prado alfombrado de hierba verde y flores, gateando entre la maleza, esperando mi oportunidad frente al pez, como una pieza más en el equilibrio ecológico, fundido con la NATURALEZA, sin alterarla, gozando del mágico mundo de la pesca y del fascinante espectáculo que a cada momento me ofrece.

Me gustaría creer que siento algo divino en presencia de este  hermoso pez que tengo a pocos metros de mi, una especie de santidad, algo que en estos tiempos que vivimos debería  exigir reverencia, pero lo que realmente me pasa es que estoy asustado de perder esta oportunidad que la casualidad o tal vez la perseverancia de un mosquero impenitente me depara. Está tan cerca, que puedo distinguir claramente todas sus pintas, ¡es increíblemente hermosa!
Oigo el sisear de las hojas de los árboles cuando las peina el viento húmedo del atlántico, el agua golpea mi cuerpo y el ruido de las ramas mis oídos, pero nada perturba mi concentración, nada necesito, nada añoro, solo deseo que vuelva a cebarse.

Después de sacar unos metros de línea fuera del alcance de su vista y, no sin fortuna,  la mosca cayó como a un palmo de su boca. Necesitaba tener la suerte de que esa mosca pasara muy cerca de ella, ya que estas truchas no suelen desplazarse una gran distancia para coger una presa.
La trucha subió lentamente a por ella, segura de si misma, sin recelo alguno, como sintiéndose protegida de sus depredadores por la oscuridad tenebrosa de la tarde. Entonces clavé despacio pero firme. Al instante pude ver una serie de cabeceos del pez intentando sacarse la mosca que se había tragado. Era grande, sentía la sensación de su volumen y de su peso en mi muñeca. Eran momentos de incertidumbre y de extrema tensión .

Tras las primeras tentativas por desprenderse del engaño, el talgo arrancó, lo hizo tan rápidamente, que la línea iba describiendo en la superficie del agua una pequeña estela que correspondía con la dirección  que había tomado la trucha, al tiempo que el sonido ronco del Vivarelli parecía haberse desbocado. De repente el pez dio un viraje rápido y empezó a dirigiese en la dirección en la que yo me encontraba. A unos pocos metros de mi posición, el pez se sumergió ligeramente y salió disparado como un cohete hacia la superficie, la cual traspasó, mezclándose con el reflejo de esa inmensidad que es el cielo nublado, y llevando tras de sí en su salto un chorro de agua disuelto en pequeñas lentejuelas brillantes tras recibir la acción del viento.

Pude ver entonces ese gran pez a pocos metros flexionarse en el aire, al final de su ascensión parecía como haberse quedado inmóvil, como clavado en el cielo gris, regresando al agua por la cola, ligeramente doblado hacia uno de sus cortados .
Tras algunas carreras cada vez más cortas, la trucha ya exhausta por la lucha se acercó rendida a la orilla, momentos que hacen a uno comulgar con la religión de la pesca con mosca. Entonces, toda la existencia se funde en un solo momento y te sientes el hombre más feliz del mundo.

Al escribir estas líneas, cierro los ojos y veo aquel recreo de grises adornado con el dorado de su cuerpo, y oigo el sonido del freno de mi carrete mezclado con el rugido del viento y el susurro de las hojas de los chopos golpeando mi oído y las gotas de agua mi cuerpo, y  siento una  profunda satisfacción de ver a la trucha alegarse desde la orilla recobrando su libertad.


 Aquí en Lugán, el Porma se hace acompañar por una exuberante arboleda y soto.

Cada vez que finaliza una temporada de pesca, salgo del río con grandes recuerdos y la profunda satisfacción que conlleva las cosas bien hechas, y aveces, siento que he sido bendecido por la madre naturaleza.

Mientras mi cuerpo lo permita, continuaré haciendo las contorsiones que sean necesarias para engañar a las truchas. Deslizándome entre barrancos, saltando cercas, pescando en cuclillas, agachado, de rodillas, gateando entre la maleza, lo que sea necesario hasta que mi cuerpo se de por vencido y quede relegado a sentarme en una silla .

Mientras tanto, me preocupa lo que muchos de nosotros parecemos ignorar, el peligro que se cierne sobre nuestros ríos. Nos enfrentamos a una amenaza real sin precedentes, como ninguna otra que hayamos visto antes, una crisis que nos afectará a todos, seamos pescadores de truchas, barbos, black bass, de cangrejos o senderistas.

Para empeorar las cosas, es el tipo de problema que podríamos solucionar todos juntos con una actitud más responsable. Sin embargo, nos sentamos en silencio en la parte trasera del autobús con la mirada perdida mientras los sospechosos habituales, los conductores del progreso, nuestros políticos, junto con la industria de los combustibles fósiles y sus grupos de presión nos conducen directamente hacia el acantilado. Me refiero, por supuesto, al cambio climático, a la crisis climática causada por el hombre.

La razón por la que nuestro clima está cambiando, es porque a medida que crece nuestra población, también lo hace nuestra demanda de recursos y hemos elegido para suplir esa demanda quemar combustibles fósiles que emiten gases, provocando el efecto invernadero que están calentando la tierra. Además, simultáneamente estamos destruyendo bosques a escala masiva que actúan como los pulmones de nuestro planeta y contaminando las aguas de nuestros ríos con vertidos incontrolados.
Básicamente, nuestro planeta tierra tiene cáncer de pulmón y cada vez fumamos más cajetillas de tabaco mientras aumentamos el calor, y como puedes imaginar amigo pescador, a las truchas de nuestros ríos no les gusta el agua tibia.

Hace tres décadas, el calentamiento global parecía muy lejano, algo en gran medida teórico. Los científicos por entonces tenían claro lo que venía por la tubería del desagüe, pero no se les hizo mucho caso, los impactos medioambientales aun eran muy distantes y vagos, oscurecidos por el ruido inherente al clima del día a día. Ahora sin embargo, esos impactos son tan claros como la furia de una tormenta que se estrella en la tierra provocando inundaciones y desolación, o la desesperación generada por un fuego incontrolado y la dolorosa tristeza de lo que, en un abrir y cerrar de ojos, lo han pedido todo.

Ya hemos sobrepasado ese periodo de tiempo en el que el cambio climático solo era teoría. Ahora, cualquiera puede afirmar que el caos climático es una realidad. Si tu, amigo pescador, no eres consciente de que estamos alterando el clima al inyectar cuarenta mil millones de CO2 a la atmósfera, es posible que no estés interesado en el problema, o que hayas elegido ignorarlo pensando que el tiempo está loco, que es un invento de los grupos de presión, o que intereses partidistas sean más importantes que compartir un mundo más habitable con tus hijos y nietos. Así que si no eres parte de la solución, entonces eres parte del problema.

Entonces, ¿cual es exactamente el problema? ¿como percibimos el cambio climático cuando nos acercamos a el?

El cambio climático o calentamiento global, tiene muchas caras. Los azotes climáticos son cada vez más radicales, más mortales, más devastadores. Aparece en forma de lluvias torrenciales como nunca se han visto, ríos que se confunden con carreteras  arrastrando todo lo que encuentran a su paso, provocando desolación y ruina. Aparece en forma de incendios forestales que se llevan miles de hectáreas después de años y años de acumulación de combustible, empujados por el calentamiento global y dejando con lo puesto a muchas familias, y un paisaje lunático de cenizas. Aparece en forma de esqueléticos arrecifes de coral blanquecinos. Las nevadas de antaño ahora son menos, llegan más tarde y se van más temprano, los inviernos son más cálidos y los veranos más calurosos.

Nuestros pequeños ríos de montaña y tributarios, ahora se quedan medio secos estresando a las truchas al reducirse los niveles de oxígeno disuelto en el agua. Las tierras de labor sucumben al calor, a la sequía y a la escasez de pastos y dificultades para abrevar el ganado al secarse fuentes y arroyos. Aparece en forma de plagas; el labrador mira al cielo y exclama : ¡ Señor, por favor, ayúdanos! Los glaciares se derriten con vértigo a medida que la temperatura global aumenta, provocando la subida del nivel de los mares y alterando la vida de muchos animales salvajes. Algunas plantas se ponen tristes, otras en cambio deciden retrasar sospechosamente la floración y algunas más, vibran de euforia aprovechando las buenas condiciones ambientales que aún les ofrece las riberas de los ríos. Muchos animales ya lo tienen también claro, empiezan a modificar hábitos, dietas y emigraciones.

Los que saben de esto se quedaron cortos en los cálculos, porque dibujaron con optimismo que a estas alturas habríamos hecho algo, pero no, de hecho se ha clausurado recientemente una cumbre sobre el cambio climático y no se acordó más que hacer algo cuando se pongan de acuerdo en hacer algo .

En verano, el Porma ofrece un maravilloso aspecto. La NATURALEZA  muestra ahora una faz rebosante de vida y color. 

Lo siento amigo, pero no lo acabo de entender. Si fuimos capaces de llevar nuestra cultura a los pueblos indígenas americanos mucho antes que los ingleses, franceses y holandeses aparecieran por esas tierras, como no vamos a ser capaces de solucionar el problema que hemos causado a la tierra.
Podemos alejarnos de los combustibles fósiles que están causando el calentamiento global y hacer una transición a formas más limpias y baratas de energías renovables. Podemos encontrar soluciones tecnológicas para que nuestra red eléctrica pueda almacenar la energía excedente de la eólica y solar. Podemos invertir en edificios verdes y saludables que reduzcan nuestro consumo energético. Podemos reconstruir nuestras infraestructuras y asegurarnos ser líderes mundiales en las energías limpias y renovables. Podemos hacer todas estas cosas y muchas más, y si alguien te dice que no se puede, entonces debes saber que te están engañando, o el que te lo dice está profundamente equivocado.

Es hora de dar un paso al frente y solucionar este enorme problema, un problema del que todos en mayor o menor medida somos responsables. Es hora de que salvemos nuestros ríos, nuestra pesca, nuestra economía, nuestros paisajes... Es hora de dar a las generaciones futuras las mismas oportunidades que tuvimos nosotros.

Entonces, ¿como podemos comenzar? Primero tenemos que dejar de sentarnos en la parte trasera del autobús y pasar a los asientos delanteros y comenzar a hablar sobre la crisis climática. Habla y discute con tus compañeros de pesca, de trabajo y muy especialmente con tu familia de este tema. Nunca lograremos nada si no comenzamos a hablar de la crisis y de nuestra responsabilidad con nuestros hijos y nietos.

¿ Hay otras cosas que puedo hacer? Por supuesto. Puedes comprometerte a informarte más sobre el cambio climático. Puedes, en caso de tener que cambiar de coche, comprar uno que contamine menos, plantar un árbol o cien, puedes cambiar tus hábitos alimentarios procurando comer más vejetales y menos hamburguesas. Puedes usar más la bicicleta y el transporte público y si tu bolsillo te lo permite, puedes actualizar los electrodomésticos por otros más eficientes, o instalar paneles solares en nuevas construcciones, incluso en viviendas antiguas.

Puedes apoyar a las marcas y compañías que se comprometan a abordar el cambio climático. Las empresas que eligan no hacer nada, estarán poniendo en riesgo su imagen, su reputación y la existencia de su propia empresa. Además, las empresas que dependan en gran medida del agua como por ejemplo todos nuestros agricultores, están especialmente en riesgo. Conservar el agua no sólo ahorra dinero, sino que probablemente se convertirá en un requisito en los próximos años.
Las empresas que por el contrario se posicionan como innovadoras al mejorar el desempeño ambiental de sus operaciones y productos, tienen mucho que ganar y poco que perder.
No hace falta ser un científico ni un economista para darse cuenta de que nuestros recursos naturales están disminuyendo.

También puedes instalar mejoras en el aislamiento de tu vivienda, o escribir una carta al editor de tu periódico local, diciéndole que eres un deportista, un pescador de truchas y que es hora de que actúen sobre el clima, solicitando a las asociaciones conservacionista que se involucren más en esta pelea. También puedes compartir estas reflexiones en tus redes sociales.
Todas esas cosas y un millón más, pueden ayudar a esta causa común para salvar nuestro planeta tierra. Por nuestros ríos, por nuestras truchas que representan mucho para nosotros, por nuestros hijos y nietos, por las futuras generaciones.

El calentamiento global, junto con la contaminación de las aguas, es la mayor amenaza para la supervivencia de los peces de nuestros ríos y embalses. Si no hacemos nada para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación producidas por el hombre, el hábitat de la trucha en toda nuestra región podría reducirse drásticamente.

No nos queda mucho tiempo. La fogosidad de esta poderosa vejetacion, tupida y esmaltada con todos los matices del verde que nos regala el Porma, podría convertirse en el próximo paisaje carbonizado y sin truchas.

El Porma, nieve inmaculada de las altas montañas. Vida fecunda poblada de frondosos bosques y verdes prados.

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