viernes, 11 de julio de 2014

COTO DE PESCA EL CASTILLO, RÍO OMAÑA.

Desde la edad del Bronce andan estas tierras pobladas, protegidas por bosques y bañadas por ríos y riachuelos. Quizás esas gentes primitivas encontraron aquí su paraíso. Quizás no necesitaron el oro que encontraron los romanos y les bastara con el tesoro de la naturaleza, la caza en el monte, la pesca en las frías y cristalinas aguas del Omaña y sus afluentes que aún se conservan por aquí silvestres, los praderios de montaña para alimentar el ganado y las tierras de labor ricas en centeno. 

De este cereal proceden mitos, leyendas y denominaciones como el Santuario de Pandorado. Es tradición por estos pagos que los campos de centeno se llamen "pan", y tal vez brillaban tanto sus espigas que nada mejor que añadir el metal más valioso de la historia de los hombres. Quizás crecieron tanto los cultivos de secano por milagro divino, que ocultaron el refugio en el que se salvaron todas las vidas de la persecución de las tropas infieles.


Santuario de Pandorado 

Creamos en la leyenda por ser más romántica y dejemos al margen la toponimia que nos dice que pando del latín "pandus" significa cóncavo, y orado del griego "monte". Si nos adentramos en ese monte o cerro, encontraremos bosques de endrinos, arandaneras, chopos, negrillos, alisedas, abedules, rebollos y magníficos robledales. Y más arriba, empinando las cumbres, piornos, escobas, urces, uvas de oso y bellísimas sabinas. En esa espesura intransitable tiene su hábitat el corzo, los jabalíes y el lobo ibérico. 

Más abajo, en el río, es frecuente encontrarse con emergencias de la Ecdyonurus torrentis desde el principio de temporada hasta su final. Este bello insecto acuático pertenece a la familia de los Hetagénidos y es muy exigente con la calidad del agua, prueba inequívoca de la pureza de las aguas del río Omaña y los riachuelos que vertebran esta comarca y que son paraísos trucheros. 
Otro indicativo de buena salud de este río son los innumerables mamíferos, aves e insectos que viven en sus aguas como el simpático Desmán Ibérico, también conocido como topo de agua, o la cautelosa nutria.

Ecdyonurus torrentis 
 
Pero no hace falta agudizar mucho la vista para comprender por qué este territorio es Reserva Mundial de la Biosfera. Es patrimonio natural la belleza de sus paisajes, sus cielos son refugio de aves en los que vuelan libres y seguras águilas reales, halcones peregrinos, pequeños alcaudones, perdices pardillas... Es también territorio este del oso pardo y del urogallo que siguen luchando por dejar de ser especies en peligro de extinción. 

De este paisaje, de esta naturaleza en estado puro se prendaron desde antiguo los hombres, y del oro de las tierras que se precipitan al río los romanos, que establecieron aquí una fuerza militar para supervisar la extracción del mineral y su transporte, y quizás acamparan al lado mismo del río Omaña. Luego, durante siglos la historia guarda silencio, hasta que en el año 857 aparece en unos legajos el nombre de Vegarienza  (Vega de Areza ), para dar fe del avance de los herederos de Don Pelayo hacia el sur, el comienzo de la Reconquista. 

Gerrearon por estas tierras, nobles y señores. Entre los reinados de Enrique II y Enrique IV, los concejos dependientes del poder real pasaron a manos de algunos de los linajes de mayor influencia como los Quiñones. Diego Fernández de Quiñones, primer Conde Luna, tomó por la fuerza los concejos de esta comarca Omañesa, imponiendo prestaciones abusivas a sus habitantes durante siglos, sometiéndolos al vasallaje y al pago del "pan del cuarto". No bastó la llegada de las Cortes de Cádiz para abolir tamaño tributo y hubo que esperar aquí a la II República para liberarse del yugo.
 
Vista parcial del valle del río Omaña. 

Hay además de la naturaleza imponente otros patrimonios, costumbres ancestrales que se traducen en fiestas y romerías, y en celebraciones que se pierden en el tiempo. Es mítica la romería de Pandorado y especial la zafarronada en carnaval de Riello, antiquísimo antruejo que se conserva vivo. 

Quedan las maravillas gastronómicas que es delicia en esta comarca. Embutidos como manda la ordenanza de la sabiduría popular, cultivos de la huerta que acompañan a las carnes en las ollas, frutos silvestres que adornan los postres tradicionales como los frisuelos, el brazo jitano, o los miajotes hechos de moras silvestres, el increíble pan que aquí casi siempre es de centeno, el cocido omañés, las migas, las sopas de ajo, las sopas de trucha, y sobre todo el afamado llosco, sustento mágico de esta tierra, cocido a fuego lento durante horas dentro de una bolsita de lienzo, maravilla dentro de otra maravilla. La tierra que es patrimonio de todos y herencia sagrada.

 
El llosco o botillo. 

EL COTO :

De los ríos naturales leoneses el Omaña es mi preferido y el que mejor conozco. Es un río diseñado por la naturaleza para pescarlo a mosca seca, ahogada o ninfa y el acotado El Castillo es un buen ejemplo con multitud de corrientes, profundos pozos, tabladas de corrientes suaves, colchones debajo de las cascadas de los puertos, rabiones, raseras, remansos... y un sinfín de eclosiones de todo tipo de insectos. 

Este acotado a pesar de haber sufrido en el pasado la ira de los furtivos y de seguir permitiéndose la pesca con muerte, puede presumir a día de hoy de tener una eceptable población truchera. 

Coto de pesca El Castillo.

El Omaña es un río truchero de renombre y uno de los más hermosos de la provincia leonesa, gracias entre otras cosas a que sigue conservando gran parte de su privilegiada riqueza natural al no estar regulado en cabezera, manteniendo en sus márgenes algunas de las más bellas alisedas y bosque de ribera.

En su curso medio-alto, a la altura del coto El Castillo, su discurrir es sereno, al ritmo de las crecidas y estiajes que marcan las estaciones. Aquí el Omaña empieza a perder pendiente y poco a poco va apaciguando su energía y depositando los materiales que aguas arriba sustrajo a la montaña. Entonces el río adquiere todo el protagonismo y vértebra este territorio haciéndose siempre visible por la densa vegetación de ribera que serpentea junto a su cauce divagante entre suaves meandros.

Sus aguas cristalinas y bien oxigenadas, desfilan escoltadas por una doble guardia de alisos y sauces, que en invierno parecen estar firmes como soldados presentando las armas de sus ramas desnudas, y en verano flexibles se extienden como toldos formando auténticas galerias de sombras, llegando en ocasiones a entrelazarse las dos orillas. 

Las numerosas y robustas raíces sumergidas en el agua y frecuentemente visibles, abrazan con fuerza el talud de las márgenes del río, evitando así que la fértil tierra sobre la que viven sea arrastrada por el agua y controlando la erosión en épocas de crecidas. La belleza de su ribera con montes y valles ancestrales hacen de este acotado una reserva natural que el pescador no puede dejar de visitar. 

El río Omaña es un río tardío para la mosca y si al pescador le gusta madrugar, los amaneceres son tan expectaculares como los serenos de la tarde, incluso en ocasiones mejores. 



Aguas arriba del refugio de pescadores.
Coto de pesca El Castillo, aguas arriba del refugio de pescadores. 

El Omaña, un paraíso natural para el pescador. 


Acotado de pesca El Castillo. 


En verano, las ramas de ambas orillas se entrelazan formando una especie de túnel vejetal. 

Las raíces frecuentemente visibles, abrazan con fuerza el talud de las márgenes y sirven de refugio para los animales.

ANIMALES Y PLANTAS. 

Ya desde niño, la más pequeña e insignificante cosa del río siempre excitó mí admiración y curiosidad. Con el tiempo, la pesca me ha permitido conocer mejor a los animales y plantas y unirme de forma muy fuerte a ellos.

Los pedreros de cantos blancos quemados por el sol se disponen en los ribazos desplazándose con cada nueva crecida, son refugio de lagartijas y de las inonfensivas culebras de agua, que al calor del sol del verano activan su sangre fría y hacen sus nidos, sabedores de que cerca del agua siempre ha estado la vida.

Pedreros, lugar de refugio para multitud de animales.



No muy lejos anda el mirlo acuático, rechoncho y negro con babero blanco, buceándo y apeonando por los rabiones en busca de larvas de insectos acuáticos. La señora lavandera, muy frágil ella, de vientre amarillo limón, dorso cenizo y larga cola blanquinegra persiguiendo activamente las efémeras que eclosionan. En los canturriales despegando con alas en arco reside el andarrios, que si tiene cerca el nido simula el hacerse el herido piando y arrastrándose ante el intruso.

Ranita de San Antón. 

Las pasadas rastreras de golondrinas y vencejos, animan la tablada y ponen en alerta al avispado pescador. El croar de la rana verde o ranita de San Antón y sus saltos de huida entre las ocas. El simpático desmán o topo de agua, muy discreto el, parece una pequeña rata de pelaje gris acerado, con su curiosa trompa plana y ojos ratoniles, se mueve agilmente en los remolinos removiendo cantos con el hocico en busca de gusarapas y maraballos, al incorporar al pelo burbujas de agua parece una bola plateada.


Los sapos, reconocibles por su color marrón y piel berrugosa, tienen mala fama entre los pescadores porque dicen que cuando empieza el desove " la sapina ", amedrentan a las truchas que dejan de tomar cualquier alimento y se refujian en los pozos. Galerias de la rata de agua entre los juncos y sus tallos comidos delatan la presencia de este roedor anfibio, reconocible por su librea parda, hocico chato, cortas orejas y pequeño rabo.

Garza real.

La buena situación de este río también se manifiesta con la presencia de uno de los mamíferos más cautelosos y un voraz consumidor de truchas, la nutria, fácil de rastrear por sus excrementos pero difícil de sorprender. 

Nutrias y truchas así como otros depredadores como la garza real de pausado vuelo y plumaje gris azulado, no prosperarian sin la existencia de otras muchas formas vivas en el agua y que en su mayoría pasan desapercibidas a los pocos observadores.

La Nutria.

La comunidad de invertebrados en el río Omaña es muy variada y cambia en los distintos tramos del río en función de las condiciones del agua, temperatura, cantidad de oxígeno o de materia orgánica disuelta.

La adaptación a estas condiciones es tan precisa para algunos de estos seres, que grupos como algunas familias de tricópteros y efemerópteros, coleópteros ( escarabajos acuáticos ), odonatos ( libélulas y caballitos de río ) y especialmente algunos plecópteros estan considerados por los biólogos como indicadores de la calidad del agua.

El simpático Desmán Ibérico o topo de agua.

Este río, además de por sus características peculiares, permite albergar una flora rica y diversa que desempeña un papel fundamental en el ecosistema. Para algunas plantas acuáticas no resulta sencillo vivir en el agua, para soportar las fuertes corrientes algunas de ellas como la hierba de San Antonio, los junquillos, o la oca ( ranúnculos ), desarrollan raíces largas y flexibles, así como tallos y hojas que lejos de ofrecer resistencia a la corriente se mecen con ella. 
En primavera y verano, cuando florecen sobre el caudal resulta todo un espectáculo, entonces si que nada hay tan hermoso en cuanto pueden ver ojos humanos.

Un sinfín de pequeños animales viven entre ellas, insectos,  moluscos y crustáceos, todos contribuyen a engrosar la variada dieta de las truchas y otros seres vivos.

Plantaciones de choperas.

Al alejarnos de la orilla del río, los alisos y sauces son sustituidos por choperas, fresnos, olmos y multitud de arbustos favorecidos por la fértil tierra y un ambiente fresco y húmedo que se mantiene incluso en el rigor del verano.

Antaño estas riberas eran aprovechadas para el cultivo de linares para la obtención del lino con el que se tejia la ropa, también huertos que ofrecían productos para el consumo de la casa, o prados de siega en los que recoger la hierba que alimentaba el ganado, ahora sustituidos por otros cultivos forestales como las choperas, una nueva forma de rentabilizar unas tierras que el despoblamiento condena al abandono.

 Bosquete de ribera en el Omaña. 

Todavía hoy, entre los campos y fincas se insinúan algunos linderos de sebes o muros de piedras como se conoce aquí en León a los setos vivos que delimitan la propiedad. Un entremallado de mimbres y varales junto con zarzas y rosales silvestres entre troncos de paleras que la destreza de la mano del hombre iba perfeccionando con años de podas sucesivas. 

Son los últimos reductos de esos bosques de ribera que han cumplido su función con un destacado papel ecológico y económico, protegiendo las fincas del viento, aportando alimento y sombra para el ganado y leña para el hogar, así como pequeños frutos, setas, moras, majolinos, brunos...

La sabiduría de la vida rural supo conjugar en tiempos de escasez multitud de pequeñas actividades para complementar la economía familiar y garantizar la supervivencia. 

El pescador que frecuenta estos parajes tiene ante si, no solo la posibilidad de disfrutar de su afición favorita, sino también de observar la comunidad faunistica asociada a estos bosques de ribera.

La calma, la soledad y el silencio que en determinadas horas del día reinan en el río, proporcionan el ambiente adecuado para concederse el placer de recrear la vista y el oído.

Entre la maraña de mimbres y troncos encuentran cobijo y alimento multitud de pequeños mamíferos como los topillos campesinos, ratones y lirones. Especializados en su captura están las comadrejas de cuerpo tubular, dorso canela y vientre blanco, los armiños y el turón, consumidor de ranas, culebras y ratones.


 El ruiseñor, escucha su canto . 👇

Multitud de pajarillos frecuentan estos ambientes: el diminuto chochin, el ruiseñor o el mirlo, también jilgueros y verdefinos, todos fáciles de identificar y que con sus cantos nos regalan una constante y variada melodía antiestrés, natural y ecológica. 

Todo favorecido por el grano que encuentran en las fincas, los frutos silvestres, así como por la comunidad de insectos y otros pequeños invertebrados que garantizan los ciclos de vida en estos lugares. 

Caracoles, babosas, arañas, todos constituyen lo que los técnicos denominan cadena trófica y que aquí en el río Omaña se manifiesta de una manera especial.

Topillo campesino. 

Este entramado de fincas, bosquetes y prados, que por desgracia van desapareciendo por el desuso, son de un enorme atractivo paisajistico y de incalculable valor ecológico y cultural.

Asociado a esta riqueza biológica se encuentra un interesante patrimonio cultural, que refleja una forma ancestral de trabajo y de relación con el entorno, un ejemplo lo tenemos en el sistema de riego que en muchos casos remonta sus orígenes a estructuras agrarias medievales promovidas por los monasterios que iniciaron la repoblación de estas tierras tras la reconquista.

Una vasta red de presas, acequias y regueros llevaban el agua a los rincones más alegados del cauce, las presas tomaban el agua a través de un puerto preparado en el río con troncos, cantos y ramas que a modo de dique permitía derivar el agua. Todavía hoy en el ejercicio de la pesca no es difícil tropezarse con alguno de estos puertos.

Uno de los puertos dentro del coto. 

Otro puerto artificial del coto.

El abandono del medio rural y sus formas de vida, la despoblación y el progresivo envejecimiento de las gentes que siguen aferradas a su tierra, está condicionado un radical cambio en los paisajes tradicionales.

Los campos sin labor ni pastoreo están dando paso a una naturaleza prodiga que empieza a cobrar lo que le fué arrebatado durante años, tierras antes de centeno y trigo se van paulatinamente cubriendo de matorrales de escoba, piornos y urces que en primavera generan una impresionante riqueza cromática y paisajistica.

Aerogeneradores en uno de los cordeles más bellos de esta comarca.

Vuelven a aparecer los robles que una vez fueron talados para obtener tierras de cultivo y pastos. Es el ciclo de la vida que el hombre sigue empeñado en seguir jugando un destacado papel en el manejo del entorno con nuevas construcciones, pistas, torres, repetidores y la amenazante sombra de los parques eólicos que si nadie lo remedia sembraran con aerogeneradores algunos de los cordeles más bellos de esta comarca Omañesa declarada por la UNESCO Reserva de la Biosfera.

Escobas, piornos y urces, conforman el nuevo paisaje omañés. Al fondo el río y el pueblo de Inicio. 

Me biene a la memoria tantos recuerdos y añoranzas de este río, que no puedo por menos que dejar de mencionar al entrañable guarda de esta zona que fué Paulino. Personaje de patillas de hacha, bigotes bien poblados, sonrisa blanca y elocución expansiva. Así lo describió nuestro querido y desaparecido D. Miguel Delibes.

Paulino fué un guarda de leyenda, más que un simple vigilante fué una especie de dios que todo lo ve, un espejo en el que mirarse algunos guardas de hoy.

Los frezaderos los rodeaba con alambre de espino y los cubría con el mismo material. De el todos aprendimos como hay que trabajar estas aguas con la ahogada. 

Nada más ponernos a pescar el coto nos decía, ¡dejarme una caña! 

Cuando una trucha grande rechazaba algún mosquito de la cuerda exclamaba, ¡oste que trucha! Las muy zorras lo saben todo, y de inmediato nos decía que había que cambiar el mosquito por otro. Estoy seguro que todos los discípulos de Paulino, jamás podremos pescar ni conocer el río con la exactitud y seguridad que lo hacia él.

La temporada pasada me acerqué a pescar este tramo del río Omaña, al final resultó ser un buen día de pesca sobre todo en cantidad, pero también en calidad ya que algunas truchas superaron los cuarenta centímetros.

De regreso a casa me paré a tomar una cerveza en el bar "El Corral de Sandalio", en el pueblo de El Castillo, donde antaño las cuadrillas de pescadores se reunían para contar las anécdotas de la jornada y refrescar las resecas gargantas. 
Mientras tomaba la cerveza apoyado en la barra, mi vista se desvió hacia unas botellas antiguas con algo de polvo que reposaban en la estantería, entonces todos mis recuerdos se comprimieron en ese momento y pensé que la vida de un pescador pasa muy rápida, y que es demasiado bella para vivirla solamente una vez.

Me acordé de algunos pescadores que conocí en este río y de otros muchos que ya no están con nosotros y que se fueron para gozar eternamente en los maravillosos ríos de aguas puras y cristalinas llenos de truchas que sin duda Dios tiene dispuesto en el Cielo para premiar a todos los pescadores buenos y sencillos como fueron ellos.

Ya dentro del coche, prosiguiendo mi regreso a casa seguía pensando... soy un afortunado de ser pescador y doy gracias a Dios por haberme permitido conocer este maravilloso mundo y unirme de forma muy fuerte a la NATURALEZA.

La huerta, un complemento a la economía familiar. 



No hay nada como un merecido descanso después de una agotadora jornada de pesca.  

Algunas de las truchas capturadas en el coto y devueltas a su medio. 

Algunas de buen tamaño. 
 
Hermosos ejemplares de truchas capturadas en el coto del Castillo en una jornada de pesca inolvidable.