jueves, 4 de julio de 2019

De Pesca por el Curueño

El tramo alto del río Curueño junto con el del Torío esconden algunos de los mejores y más desconocidos enclaves montañosos de la Cordillera Cantábrica en León. Lagos de origen glaciar como el Isoba y el Ausente, solitarios puertos como el de Vegarada por el que transcurría una antigua calzada romana, profundas Hoces como las de Valdelugueros y Valdeteja, acompañan a grandes hayedos y robledales y a una rica fauna y flora. Un lugar para los que el viajero no encontrará, como decía Julio Llamazares 《 palabras ni en el corazón ni en la memoria más antigua de su lengua, para plasmar en su cuaderno tanta paz,tanta solemnidad, tanta grandeza 》.

El Curueño en todo su recorrido es pura canción, pero además en este tramo medio - alto, a la altura de las Hoces de Valdeteja y Valdelugueros, dentro de la Reserva de la Biosfera de los Argüellos, es una sinfonía de alegres trinos y un constante murmullo de cascadas y corrientes, donde los tonos azules de sus aguas se convierten en verdes y la transparencia en espejo, y todo enmarcado en un cuadro de atrayentes y desbordantes paisajes que le dan un carácter único.

Río Curueño, Hoces de Valdeteja 

Río Curueño 
Este es territorio del oso pardo que en los últimos tiempos ha pasado de ser una fiera a convertirse en un símbolo de la vida silvestre amenazada, y de los esfuerzos de toda una sociedad por conservar su patrimonio natural, también del lobo ibérico, del urogallo, del águila real, del buitre leonado, o del alimoche, un visitante estival que suele cruzar el estrecho de Gibraltar a principios de marzo, un asiduo de los vertederos donde se atiborra de basuras humanas, sin olvidarnos entre otros de la nutría, hábil cazadora bajo las aguas. Pero por encima de todo es edén paisajístico de gran biodiversidad. 

Enriscado de bosques y roquedos, fauna y flora endémicas de estas tierras como la lagartija serrana o el lagarto verdinegro ( Lacerta scbreiberi ), o la bella mariposa macaón, una de las mariposas más conocidas no sólo aquí, sino también en el resto de Europa, aunque en Gran Bretaña es muy escasa, y en Irlanda apenas si se encuentra. La oruga del macaón es muy llamativa por su color verde amarillento con rayas negras y puntos rojos. Para defenderse de su principal depredador como son las aves insectívoras tiene justo detrás de la cabeza un órgano de defensa, este órgano en forma de horquilla emana un olor acre y encierra un líquido tóxico cuya finalidad es impedir que dichas aves la devoren.  

La primavera convierte el suelo de estas montañas en un sueño policromado con el amarillo de los narcisos ( Narcissus asturiensis ) endémico de la Cordillera Cantábrica y montes de León, o el azul violeta de la Gentiana verna, denominada por aquí como " gitanilla menuda". Las fisuras de las paredes calizas tienen también su propia flora, en muchos casos endémicas de estas montañas como la Potentilla nivalis astúrica que pertenece a la familia de las rosáceas de flores blancas con propiedades medicinales que se la atribuyen desde antiguo, o la Saxifraga canaliculata endémica de la Cordillera Cantábrica, es decir, de distribución limitada a esta zona, de flor blanca y fuertes raíces. Acompañados por ríos y riachuelos que se enrabietan en su descenso hasta encontrar tierras más suaves. Este bello territorio de la montaña central leonesa se abre al visitante con los brazos abiertos, ideal para quienes aman el deporte de la pesca y la conexión con la naturaleza.

Mariposa macaón

Potentilla nivalis astúrica 

Saxifraga canaliculata 

Esta provincia es así, capaz de fabricar ríos tan hermosos como este y, brisas en verano que curan mejor la cecina que las heladas de invierno. 

A principios de primavera, cuando el Curueño amanece con chorros de vaho, antes de salir el sol, entre dos luces, cuando el vientecillo limpio y frío de la montaña refresca las mejillas y las manos se vuelven torpes para anudar la mosca al terminal, esa hora mágica del sereno matutino, se oyen unos chasquidos, unos chasquidos sobrecogedores que se expanden en el eco de las montañas, chac,chac,chac, como si alguien chasqueara la lengua contra el paladar, chrrec, chrrec, chrrec, toc,toc, toc,como taponazos de champán, es la voz del rey de las aves y del silencio, es la voz del urogallo que lucha por salir del grupo de especies en peligro de extinción, empieza la época de amores, el macho cesa momentáneamente su canto y espera... de repente se escuchan sones de guerra, es el chasquido de otro macho, es una contestación a su canción de guerra y amor, el se da por aludido y enardecido grifa las plumas de la garganta y despliega la cola en abanico al tiempo que eleva el pico como si rezara al cielo, y recomienza su canto, esta vez con más ardor que antes, tapándose los ojos con los párpados, concentrándose en la voz que emite, como si no quisiera perderse ninguna nota, la orquesta del bosque suena y retumba por todas las Hoces del Curueño, bella balada de amor en su más primitiva expresión. Entre tanto, sin darme cuenta, absorto escuchando la música celestial del urogallo comienzan a salir los primeros rayos de sol y de repente, escucho en la lontananza ladridos semejantes a los de un perro, son agudos y potentes, capaz de dejar ensimismado a la persona que lo escucha por primera vez, es el príncipe del bosque, es el corzo, entonces me asalta la duda, no se que hacer, si seguir escuchando las melodías del bosque o concentrarme en capturar alguna trucha, a este paso también voy a perder la postura del mediodía.

Urogallo 

Lagartija serrana 

Aquí se respira aire puro y fresco de la montaña, aquí huele a trucha y en verano también a hierba recién cortada que servirá de sustento al ganado en los fríos días de invierno que por aquí suelen ser glaciares. ¿ Qué tendrá este río para desbordar tanta belleza? Quizás la presencia constante de la piedra caliza que bordea el cauce formada hace millones de años por los caparazones de infinidad de moluscos marinos, o tal vez el conjunto de puentes romanos y medievales que componen una de las imágenes más conocidas y bellas de este río, no lo sé! Lo cierto es que aquí cuando uno práctica el deporte de la pesca se siente deportista y disfruta de toda la grandeza que ofrece este deporte. Sin embargo, el pescador que pretenda hacerse con algún buen ejemplar de trucha autóctona o simplemente pasar una exitosa jornada de pesca deberá estar en buenas condiciones físicas, además de sabiduría para engañar a las recelosas truchas y, sobre todo mucha afición, a cambio el Curueño le ofrecerá naturaleza en estado puro, pero sobre todo la desconexion del mundanal ruido.

Río Curueño 

Trucha del Curueño 

A medida que nos acercamos a su nacimiento en el puerto de Vegarada, en la llamada Vega del Coruñón, el valle se va cerrando, las corrientes se vuelven ruidosas discurriendo entre peñas cada vez más angostas repletas de curvas, vericuetos y endiduras que el Curueño sortea con habilidad hasta formar pozas profundas donde encuentran su morada las grandes truchas, estos escenarios formados por la topografía del río fueron aprovechados por los furtivos para capturar truchas ilegalmente.  

Hace algunos años, la pesca en los ríos leoneses empezó a formar parte de un sistema económico, por lo que para algunos ya no era tanto la necesidad de alimentarse como de aumentar su hacienda. Empezó a surgir por los pueblos ribereños una figura llamada " los trucheros ", que periódicamente recorrían los pueblos para comprar truchas que luego vendían en los mercados y restaurantes. Era tanta la codicia entre los pescadores para sacar unas pesetas del río que no dudaban en emplear cualquier modalidad prohibida. Surgió entonces otra nueva figura " el furtivo profesional ", que solo se dedicaba a este negocio. Todo era bueno para ganarse el jornal o en la mayoría de los casos aumentar los haberes desde el butrón, la nasa, los cables eléctricos, el trasmallo, cuerdas durmientes, el espartel, la garrafa, la oscuridad de la noche etcétera. En aquellos tiempos no muy lejanos el ingenio estaba tan agudizado que llegaban a colocar cestas debajo de los saltos naturales del río que tenían que superar las truchas en su remonte hacia los frezaderos donde tenían lugar el desove, modificando la altura del salto con ramas y piedras, de tal manera que las truchas al no poder superar dicho salto caían en la cesta que previamente habían colocado debajo. De hay que tantos pozos lleven el mismo nombre " pozo de la cesta ". Los furtivos profesionales eran personajes muy astutos, conocedores perfectamente del río donde actuaban, unos seres ingeniosos para crear todo tipo de utensilios ilegales para pescar, unos burladores de la ley y de la vigilancia, unos estrategas para conseguir sus propósitos. Tal herencia parece que en cierto modo ha pervivido hasta nuestros días, pero afortunadamente estas prácticas y otras similares se han superado. 

El Curueño recibe el aporte de varios ríos como El Pinos, El Faro o el río Labias, y de infinidad de regueros y arroyos, toda una sucesión de arterias que dan cobijo entre sus aguas a las pocas truchas autóctonas que aún nos quedan en esta provincia leonesa, truchas finas y bravas con una librea especial que solo tienen las del Curueño. 

" Pozo de la cesta " río Curueño 

El otoño aunque corto es en este tramo del Curueño una época de disfrute para los cinco sentidos. Entre las paredes rocosas, los frondosos bosques de fresnos, hayas, robles, avellanos, sauces y chopos ofrecen un espectáculo de color sin par. En esta estación el Curueño se pone el fastuoso vestido de la nostalgia, las primeras lluvias hacen aumentar poco a poco el flojo caudal que le ha dejado el estiaje del verano, la mayoría de los pescadores han recogido los aparejos hasta la próxima temporada, el Curueño se queda solo y en silencio, para los árboles ha llegado la hora de la metamorfosis cromática, las hojas van cediendo el color verde a los ocres, amarillos y vermejos, formando una variedad de tonalidades capaz de acallar la paleta del mejor pintor, mientras que los chopos, los más genuinos representantes de nuestro soto se van despojando lentamente de su vestido de oro y, cuando el viento otoñal les quita sus amarillas hojas caen estas al río provocándole la dulce sonrisa de ondulantes círculos, y se van muy lejos a servir tal vez de mantillo a otros lejanos árboles.

La Braña

Caprichos de otoño en el Curueño 

Otoño en el Curueño en todo su esplendor 

Este tramo fue vía importante de las comunicaciones romanas, los productos extraídos de estas tierras leonesas principalmente oro y plata se pasearon durante muchos años por la calzada romana que paralelamente al río todavía se puede localizar. El dificultoso paso natural de estas montañas se volvió artificial labrado por los leoneses de antaño con sudor y vidas dejadas en las rocas hasta convertir este trazado peligroso en vía accesible hacia tierras asturianas. 

El carácter montañés se exhibe aquí en que la grandiosidad del espacio natural se conjuga con los vestigios históricos. Estos pequeños pueblos de postal, fueron tierras de reyes y nobles cuyas huellas quedan hoy patentes y son fácilmente localizables en restos de castillos, monasterios y torreones, que recogen un rico patrimonio cultural y artístico como son las obras del arte religioso provenientes del románico popular leonés y, sobre todo su conjunto de puentes romanos y medievales que jalonan la calzada romana.

Puente romano sobre el Curueño 

Puente romano - medieval de Valdepielago 

Gentes de estos pueblos que tienen mucho que enseñar y ofrecer, restaurantes y casas rurales en los que degustar los platos que dan carácter a estas tierras como son la típica caldereta de cordero, el lechazo asado,el pollo de corral o el afamado cocido montañés, sin olvidarnos de la cecina entrecallada de chivo, todo pensado para facilitar el descanso y el sosiego de los visitantes.

Recreadores legionarios romanos

La Venta del Aldeano 

Estas tierras de la montaña central leonesa son sobre todo hogar de muchos hogares. Lo que palpita en medio de tanto pedestal erguido, roca y árboles, es nada menos que una serie de abarrotadas comunidades vivientes, a veces tan limitadas y cercadas como los mismos urogallos, osos y lobos que hacen de este ámbito uno de los más vivos y, por tanto jóvenes del viejo mundo, pero que al estar en la justa y digna proximidad de los humanos se convierten en el rescoldo, en la brasa bien encendida sobre la que soplar, para que el horizonte se ilumine ante nuestros ojos como si cada una de nuestras miradas fuera un nuevo amanecer. Ahora cuando el hombre ha alcanzado un nivel de desarrollo que parece poder moldear a su antojo la naturaleza, nos toca inventar fórmulas nuevas y eficaces para que eso siga siendo posible.

El Duerna, Coto y Comarca.

Cuando Dios creó el mundo fue muy generoso con la provincia leonesa, especialmente con sus ríos, por eso los pescadores le estamos muy agradecidos, especialmente los pescadores con mosca.

Coto de pesca El Duerna. 

Nada más en  la pesca con mosca supera la magia de un río natural. Si nunca has vadeado un pequeño río de montaña donde los berros ondean suavemente en la corriente y cada piedra del fondo brilla intensamente, deberías intentarlo. Cañas ligeras, líneas y bajos finos, moscas pequeñas, peces esquivos... es el pináculo absoluto de nuestro deporte.

Es difícil por no decir imposible imaginarse lugares más bellos para el pescador de mosca que el coto del Duerna. Sus aguas limpias y cristalinas, junto con la abundante vegetación de las orillas que llegan a formar un tupido bosque, donde destacan por su altura los alisos y sauces que delimitan el cauce del río, y que en invierno parecen soldados presentando armas con sus ramas desnudas, y en verano se entrelazan las dos orillas formando una especie de túnel vegetal, donde el lance parece una utopía para las leyes físicas y en donde muy pocos pescadores antes han podido lanzar sus moscas, allí, en esas posturas imposibles se encuentra nuestra querida y esquiva trucha, siempre alerta a cualquier peligro, y todo en un entorno de tranquilidad y armonía difícil de encontrar en otros sitios de nuestro entorno, convirtiendo este acotado en un verdadero paraíso para el pescador deportivo y amante de la naturaleza.

Puerto o azud, chorrera, tabla y canal de riego. 

Este tramo del río Duerna es sin duda la mejor escuela para aprender las técnicas más complejas de presentación de la artificial y del manejo de la línea, así como la aproximación a los lugares más productivos. Aquí se aprende a leer y a interpretar el río y a intuir las mejores posturas, enfrentarse a estos escenarios es para el pescador novel un reto y un motivo de superación, y para el pescador veterano curtido en mil batallas representa lo máximo, el poner en práctica todos los conocimientos adquiridos a lo largo de los años, el doctorado en la pesca con mosca.

Los álamos reflejados en las cristalinas aguas del Duerna crea un espejo que duplica la belleza de este río. 

A lo largo de sus casi 8 Km de recorrido nos iremos encontrando con las diferentes partes en que se estructura un río, y que aquí conforman una morfología singular, los técnicos los denominan microhábitats y que se definen fundamentalmente por la profundidad y velocidad de las aguas, granulometría o medición de materiales sedimentarios del sustrato, cobertura etcétera, la mayoría de interés para el pescador como son los puertos o azudes y las chorreras asociadas a ellos, pozos o galgones, corrientes, remansos, rápidos, tablas, islas, raseras etcétera. Identificarlos y conocerlos es fundamental para afrontar con éxito una jornada de pesca en este coto, luego con los años y horas de río iremos perfeccionando la mejor forma de afrontarlos para sacar a cada uno de ellos el mayor rendimiento.

Un tupido bosque de ribera escolta incansable la ribera del Duerna, al fondo el Teleno. 

La Maragatería es una comarca llena de contrastes, su verdadero nombre es "País de los Maragatos", antaño tierra de arrieros y artesanos, en la actualidad con poca actividad económica debido entre otras causas a la despoblación, lo mismo que padece la mayoría de los pueblos leoneses. La riqueza que se genera sigue siendo la agricultura y la ganadería y algo de textil, la industria agroalimentaria y el turismo son otras actividades que tienen una importancia vital en el desarrollo de esta comarca, también pequeños establecimientos comerciales generan recursos para la subsistencia de algunas familias.

Típica construcción maragata 

Hoteles y restaurantes donde descansar y degustar la cocina tradicional maragata. 

La vida de esta zona de la maragatería leonesa se desarrolla a la sombra y abrigo de las sierras del Teleno y sus estribaciones, ninguna bandera mejor para estas tierras que sus habitantes y unos pueblos que el visitante atónito, en un momento de reflexión y admiración descubre cómo le trasladan en el tiempo a un pasado lejano, con los tonos de oro viejo y ocre de las fachadas de las casas de piedra y arcilla roja, y con el empedrado de sus calles para facilitar antaño el paso de los arrieros con sus carros y recuas de machos.

La belleza junto con la tranquilidad y sosiego de estos pueblos nos invitan a la reflexión. 

Puertas grandes de arco para facilitar la entrada y salida de los carros y recuas de los arrieros

Los arrieros maragatos en sus inicios eran humildes campesinos de vida áspera y condición social ínfima, el oficio de arriero (transportista - comerciante), surgió como un complemento al pobre rendimiento de la actividad agraria aprovechando el Camino de Santiago y las antiguas vías romanas, y la creciente demanda de bienes por parte de los monasterios. Estos arrieros en sus comienzos distribuían por todo el Reino de León los productos artesanales donde se afanaban tejedores, curtidores, zapateros, tallistas, carpinteros etcétera, y retornaban con el abastecimiento necesario para estos pueblos, algunos de ellos declarados hoy Conjunto Histórico Artístico como Castrillo de los Polvazares que viéndolo por primera vez más parece estar contemplando un decorado de película que un pueblo, o Val de San Lorenzo donde aún se pueden encontrar algunos artesanos del textil.

El cocido maragato.

Año tras año, cada vez más me sigue fascinando esta comarca maragata, por la belleza de sus pueblos y las piedras peregrinas de sus calles, por las grandes casas arrieras con grandes puertas de arcos capaces de facilitar antaño el trasiego de los arrieros con sus carros y recuas de machos. Estoy fascinado por los enigmas de viejas tradiciones como el cocido al revés, la boda maragata y sus vestimentas, o la fiesta del arado que dan a esta tierra un aire misterioso. Estoy fascinado por la sencillez de su cocina y el sabor natural propios de unos productos y enderezos inmejorables. Estoy fascinado por los bosques de encinas y robledales que acompañan al Duerna y por los prados exuberantes en primavera y los innumerables arroyos y regueros que discurren entre ellos, por los brezos que en primavera tiñen de colores rosas y blancos el paisaje, y las jaras con sus características hojas pegajosas de delicados pétalos blancos manchados de morado, las aulagas de flores amarillas, o el olor característico del tomillo que impregna todo el ambiente. ¡Estoy fascinado por estas gentes arrieras de procedencia incierta, quizás moros cautivos! ¡O tal vez tribus errantes! ¡Quien sabe! Pero sobre todo estoy embrujado, o mejor dicho, estoy hechizado por las moscas artificiales de Juan de Bergara y las truchas del Duerna.

Un día de pesca por el río Cea.

El Cea es uno de mi ríos preferidos, lo fué antes y lo sigue siendo ahora. Las truchas de este río te sacan una docena de metros de línea en un suspiro, y como tienen tanta defensa debajo del agua, en la mayoría de los casos te quedas con cara de tonto, osea, sin trucha, sin mosca y sin parte del bajo de línea.

Cualquier " mosquero " entenderá fácilmente los momentos de tensión que se puede llegar a vivir en este escenario con truchas que superan en muchos casos el kilo de peso.

Cuando clavas un ejemplar como este en un palmo de agua, sientes la fuerza, te tira, parece como si quisiera llevarte a su morada, sueltas la línea por miedo a romper el fino terminal y el carrete canta ¡ vaya si canta ! Ni la mejor de las sinfonías nos puede producir mayor placer auditivo. 


Es cierto que este río no es fácil de pescarlo, es incomodo y aveces imposible de lanzar, pero la satisfaciones que te proporciona son imbersamente proporcionales a la dificultad.

Pescar este río con sedal pesado puede llegar a ser un auténtico desafío para el más consumado " mosquero ". Sus orillas cubiertas por infinidad arbustos entre los que se encuentran las tan temidas y odiadas zarzas, junto con otras malezas que enfajan el río, lo combierten en ocasiones en un pequeño arroyo, y este contratiempo será una de las dificultades a vencer.

En ocasiones hay que meter la mosca en sitios que a causa de la espesa vejetación de zarzas y arbustos, parece realmente imposible hacerlo, aunque los mejores ejemplares los he pescado bajo estas circunstancias. 


La situación del pescador dentro del río en constante vadeo aguas arriba, inmerso en la mayoría de los casos en un túnel vejetal, ante la imposibilidad de realizar lances frotales y laterales por el riesgo constante de enganchar la artificial, será el lance rodado el más apropiado. 

La pesca en estas condiciones puede llegar a ser desesperante para algunos aficionados un tanto nerviosos. En alguna ocasión me he visto obligado a arrodillarme dentro del agua para poder realizar un lance rodado y presentar la mosca en el lugar elegido. 

Pero no es menos desesperante trasladarse a pie fuera del cauce, cuando por razones de orografia del río o por otras causas nos vemos obligados a salir del agua, la densa vejetación que en ocasiones sobrepasa nuestra altura sin ninguna senda o camino visible que nos guíe, nos veremos obligados hacer un sobreesfuerzo para trasladarnos de un lugar a otro, que luego pagaremos en forma de calambres si no estamos físicamente bien preparados.
Sólo por el afán de superación y autodominio encontraremos la razón para intentar pescar este río.

La espesa vejetación herbácea que escoltan al río por sus dos márgenes, dificulta enormemente caminar y nos exige un esfuerzo extra. 

Ahora bien! No todo son incombenientes. Como primera compensación tendremos el goce de conseguir lances difíciles, casi imposibles, depuraremos nuestro estilo y conseguiremos la destreza necesaria para vencer tantas dificultades. 

Tendremos además otra compensación, el valor de una captura es siempre mayor cuanto mayor haya sido las dificultades y el esfuerzo empleado. Pero sin duda la mayor compensación la tendremos cuando consigamos ver uno de estos ejemplares como los de la fotografía en nuestras manos, algunos con más de un kilo de peso. Entonces todo lo vivido hasta la fecha en cuestiones de pesca serán meras anécdotas y entraremos por derecho propio en otra etapa de la pesca con mosca. 

La astucia de estas veteranas truchas para desprenderse del anzuelo no es nada común, hasta el punto de que un pescador poco experimentado difícilmente se hará con alguna de ellas. Estas truchas en su desesperada defensa utilizan mil y una tretas, siendo la más común aferrarse a las raíces sumergidas, dando una vuelta entre ellas para afianzar su resistencia facilitando la salida del anzuelo de su boca al perder este la tensión con el bajo, quedando la mosca prendida en las raíces y la trucha libre.
La tensión de nuestra línea siguirá igual, pero ahora no es la trucha la que tenemos prendida en el extremo de nuestro bajo sino alguna rama o las propias raíces. ¡Chapeau por ellas!

Otro bello ejemplar capturado con un lance rodado y una mosca del 20. La alegría que te proporcionan estas capturas en un escenario tan complejo de pescar, no tienen comparación alguna. 

Amigo pescador, si tienes la suerte de engañar un ejemplar adulto como estos, en un palmo de agua con un lance rodado, seguramente que tu corazón se te acelerará, el tiempo se precipitará, y la incertidumbre de sacar el pez de entre la maleza sumergida seguramente te hará perder los nervios y equivocarte de estrategia, pero si aciertas... si aciertas de verdad, vivirás unos momentos intensos llenos de felicidad y satisfacción por el trabajo bien hecho, porque todo habrá funcionado a la perfección, desde el nudo que habitualmente haces para unir diversos tramos de monofilamento al bajo, hasta el nudo para empatar la mosca, también el propio monofilamento habrá resistido todas las sacudidas de la trucha, y tu inseparable caña habrá respondido como esperabase de ella, sugetando bien la trucha, llevándola en todo momento a tu terreno y no por donde ella quería zafarse. 

Por todo ello amigo pescador, aunque estés solo pescando y nadie te oiga o te hayan visto, te felicitarás a ti mismo, y si eres fumador posiblemente encenderás un pitillo para calmar los nervios que aún perduran en tu cuerpo, y si no eres fumador secarás la mosca sin prisa pero sin pausa para buscar nuevas capturas que te hagan vivir nuevas experiencias, teniendo en cuenta que siempre nos quedará algo por aprender en este maravilloso mundo de la pesca con mosca.


Son truchas bonitas y robustas, pero además, lo que cautiva difinitivamente al pescador deportivo, es su forma de luchar, de defenderse, noble y franca. Sacudidas salvajes en todas direcciones, desafíos de poder a poder que no resiste cualquier bajo, ni cualquier corazón. 


En esta época de finales de primavera y principio del verano, el Cea discurre generalmente en su nivel normal de caudal, ni alto ni bajo. La pesca con sedal pesado y mosca seca tiene muchas posibilidades de ser exitosa, las truchas están cebadas a gran variedad de insectos terrestres caídos de la fronda de las orillas al agua y llevados por la corriente río abajo, además de por la propia fauna invertebrada con vida subacuática que pueblan estas aguas. 


Independientemente de pescar con imitaciones correspondientes a las emergencias del momento, puedes emplear artificiales de pequeños coleópteros, hormigas, dípteros, avispas, avejas, saltamontes, y un largo etcétera de imitaciones genéricas de insectos terrestres. En situaciones de aparente escasa actividad puedes recurrir al empleo de pequeñas ninfas o perdigones practicando una pesca al " agua ", te puede sorprender con la facilidad que en pequeñas corrientes, las truchas que aparentemente no dan signos de actividad surgen de las orillas solapadas desplazándose hasta el centro del río para tomar la artificial.  


Tratar de definir qué artificial poner puede llegar a ser aquí toda una utopía, lo mejor será la propia observación que hagamos sobre los insectos que en ese momento populan por el río, y sobre todo nuestra propia experiencia de jornadas anteriores será la que nos guíe a cada momento del día.

Una pausa para reponer fuerzas y aclarar ideas nunca biene mal, el cuerpo nos lo agradecerá y la mente también. 

Avanzada la temporada, dependiendo del año climatológicamente hablando, este río disminuye considerablemente el caudal en su recorrido natural, incrementado la temperatura del agua y disminuyendo la oxigenación.
La insolación propia de la época facilita el desarrollo de la flora subacuática, transformándose el lecho del río en una verde pradera sumergida, formada por largas y ondulantes cabelleras adornadas por su floración blanca emergente. 


Las truchas a pesar de todo siguen acumulando peso y se sitúan preferentemente entre éstas frondosas algas o ocas que las proporcionan sombra, protección y alimentos, pues dan cobijo a una variedad de fauna invertebrada como son los camarones de río, ninfas, larvas o caracolillos por citar algunos. Las truchas entonces se vuelven más esquivas y desconfiadas, siempre alertas a cualquier peligro, y se hace verdaderamente difícil capturar alguna, pero a la vez la pesca en estas condiciones se hace más interesante. 


Esta es otra dificultad más añadida a las anteriores que pone de nuevo a prueba la habilidad y precisión en nuestros lances, ya que es mucho más probable que se pose la mosca sobre las algas que en el agua. En estas circunstancias una buena concentración y coordinación de los movimientos para conseguir la precisión necesaria afín de colocar la mosca en el sitio justo, junto con una posada suave son a mi juicio las claves del éxito.

Con estas truchas se requiere experiencia, osea, paciencia y equilibrio. Al final, con un poco de suerte se puede llevar alguna a la sacadera ¡ impresionante !

Ahora bien! El pescador que tenga miedo perder alguna mosca, más vale que busque otros ríos más abiertos, aquí nadie hace un buen día de pesca sino está dispuesto a arriesgar en los lances. 
En la mayoría de los casos, el pescador estará más interesado en no perder la mosca que en posarla en el sitio extratégicamente más adecuado. Aquí estriba la gran diferencia entre hacer una pesca de truchas " juveniles " o de respetables " adultas ".

En estas posturas no valen segundos o terceros lances. Si no aciertas a la primera en el sitio justo donde posar la mosca, habremos perdido seguramente una buena oportunidad. 


Los lugares más dificultosos suelen estar virgenes de artificiales. Las truchas adultas buscan estos sitios obsesivamente y cuando los localizan se establecen en ellos, hasta que por circunstancias mayores como grandes riadas que destruya total o parcialmente la postura, o como consecuencia de sucesivas capturas por parte del pescador deportivo, los abandonan.

El río en este lugar es inmejorable, son de los pocos sitios que podemos hacer lances frontales. Ribera frondosa, orillas a media altura, con un buen equilibrio entre chorrera y tabla. Perfecto para pescar a mosca seca o ninfa. 


Vencer las abversidades, integrarse en la Naturaleza sin alterarla, respetar al resto de pescadores así como llegar incluso a amar nuestras truchas, es lo que yo entiendo por pescador deportivo, que en su evolución ha llegado a convertirse en un inveterano " mosquero ".
Para el otro pescador, para el aficionado que solo persigue una pesca serena y aveces contemplativa, pescar alguna trucha puede llegar a ser secundario, lo realmente importante para el es la integración en la Naturaleza y la paz que disfruta lejos de la sofisticada y estresante civilización.

Otras veces hay que meter la mosca en huecos que no tienen más de cincuenta centímetros de diámetro, o bajo las ramas de los árboles que casi tocan el agua . Lances laterales a ras del agua son absolutamente imprescindibles dominar si queremos tener éxito. 

Conseguir engañar estos ejemplares y vencerlos en un match deportivo, con una pequeña artificial atada a un fino nailon puede llegar a ser ¡ toda una epopeya !

DE PESCA POR EL OMAÑA.

Todos hemos soñado alguna vez con ese gran día en que desde las truchas más pequeñas a las más grandes se ponen a comer con verdadero frenesí. Muchas veces me he preguntado ¿porque hay días en que las truchas sin previo aviso no paran de subir a la mosca? Este pequeño detalle amigo pescador, es la clave de seguir temporada tras temporada detrás de ellas. Esta ilusión que se mantiene viva pase lo que pase y digan lo que digan algunos "aguafiestas", es lo que nos anima a seguir día tras día vadeando los ríos, a pesar de lo poco que se preocupan las Administraciones por ellos.

La librea de estas truchas son espectaculares, muy parecida a la librea de las truchas autóctonas que hace muchos años poblaban estas aguas.


Historia de un día de pesca por el Omaña  

Son las doce del mediodía, un sol de justicia impone su ley, mis únicos compañeros son algunos pájaros y, como no, los mosquitos, no los que pican, esos que parecen reactores cuando se aproximan a uno, me refiero a los otros, a esos que siempre vuelan en manadas alrededor de los ojos, esos que te persiguen hasta el infinito esperando que tengas un descuido para introducirse dentro del ojo ¿que buscarán ahí dentro?


El río fluye algo bajo. Ato al terminal un flor de escoba, está tan mordido que no es ni la sombra de lo que fué, prácticamente no es más que el anzuelo y algunas fibras que sustentan el tejadillo. Las del collar de flotación se cuentan con los dedos de una mano. Estas moscas con aspecto deplorable son mis favoritas, siempre recurro a ellas cuando las cosas se ponen difíciles y las  truchas están muy pescadas.  

Pruebo el primer lance al lado de una piedra grande, donde el agua golpea fuerte formando miles de burbujas, clavo la primera, el anzuelo se clava justo en la punta del morro de una hermosa trucha, al intentar meterla en la sacadera tropiezo y culera, afortunadamente no pasa nada, ni ami ni a la trucha que sigue enganchada al anzuelo, después de varios tiras y aflojas consigo meterla en la red, una pintona genuina de estas aguas, casi igual a las autóctonas que pescaba yo aquí hace cuatro décadas.


Todo el Omaña es ideal para pescarlo a mosca seca. Las posturas se suceden una tras otra y parecen no tener fin. 

Con mucho sigilo voy remontando el río por la margen derecha haciendo lances laterales de revés. Estos lances cambian los esquemas del normal empleo del brazo lanzador. Para los pescadores que no somos ambidiestros, es este un lanzado que debemos dominar con soltura, pues son multiples las situaciones en acción de pesca que nos obligan a realizarlo, especialmente en estos ríos naturales.   

A esta primera trucha le sigue alguna más, todas engañadas con la misma mosca, y devueltas al agua sin más. El reloj marca las dos, a partir de aquí comienza la fiesta. Durante las tres horas siguientes el río bulle con toda sus fuerza. Cambio el flor de escoba que a duras penas se mantiene a flote por uno nuevo, las truchas lo aceptan sin ningún recelo. 

El calor sigue aumentando de forma descarada. Todo mi cuerpo suda a grandes cantidades, continuamente bebo agua de una botella que llevo en el chaleco, está caliente pero no importa, las ansias de nuevas capturas no me dejan ponerla a enfriar, las truchas están entrando y no me dan tregua. Empapo un pañuelo con el agua del río y me lo paso por la frente y el cuello para aliviar algo este calor bochornoso. Las polarizadas se me empañan constantemente, esto es algo que me saca de mis casillas, pero tengo que seguir con ellas puestas, ya siento otra vez la escuadrilla de mosquitos sobrevolando a la altura de los ojos, se me hace que me siguen un millón de ellos, intento espantarlos con la gorra, pero no hay manera de que me dejen en paz. Busco el spray nuevo que compré en un bolsillo de mi chaleco, me embadurno cuanto puedo, aunque no demasiado, el olor me mata, es un olor a mandas podridas, una mezcla nauseabunda de basuras en descomposición.Tal vez sea un arma química de destrucción masiva. Haber si este nuevo funciona de verdad.

Sol y sombra. El pescador agradece estos pocos espacios abiertos para hacer lances largos y sorprender a las truchas. 

En mi camino me doy de frente con un pequeño salto de agua y una larga tabla. Lanzo lejos bajo las ramas de una salguera, con precisión, concentrado en lo que hago, sube un hermoso ejemplar al tricóptero, parece de buen tamaño por el tirón que siento en la muñeca, aguanto sin forzar la línea hasta que la veo. Digo para mis adentros ¡que buena es! La trucha al verme pega un tirón fuerte y me obliga a soltar línea, el freno del vivarelli hace bien su trabajo, pero está algo flojo y tengo que regular yo mismo la salida de la línea.  

El fantasma de que se suelte me ronda la cabeza, procuro traerla a mi terreno, sin prisa pero sin pausa, la tengo cerca, la caña se dobla como un arco y la trucha poco a poco va cediendo, me agacho, casi me arrodillo para no asustarla. 
Después de varios tiras y aflojas la introduzco en la sacadera, su medio kilo yace en la red. En mi rostro se nota las mieles del triunfo, solo falta colocarme una corona de laurales sobre la cabeza. La quito el anzuelo, no parece muy fatigada, no obtante la reabilito unos minutos mientras la saco una fotografía, la única foto del día a una trucha. 

La miro como si fuera la primera vez que veo una trucha, su forma aerodinámica y su librea me fascinan, concebidas para nadar y protejerse de sus enemigos. Al cabo de unos pocos minutos empieza a mover de un lado a otro la aleta caudal y noto que quiere marcharse, la suelto y sale como un obús río arriba. Entonces sonrio feliz.

Aveces, da la sensación de que el río está muerto, sin actividad alguna, sin embargo, las truchas, especialmente las adultas, buscan en estos días caninos de verano, las sombras que las proporciona los árboles de las orillas y que las protegen del sol abrasador del mediodía, pero siempre al acecho de posibles presas. 

La hora de los toros  

El reloj marca las cinco de la tarde, miro al flor de escoba, está algo deteriorado por las sucesivas tomadas, pero en perfectas condiciones para seguir pescando con el. Estos tricópteros montados con pluma Pardo Flor de Escoba de los gallos de León, si están bien montados duran una eternidad, además no necesitan engrasarlos para que floten, un par de falsos lances es suficiente para secarlos. 

El calor sigue insoportable, empiezo a notar los primeros síntomas de deshidratación, se me ensaliva la boca, un poco agotado (los años no perdonan), resbalo en una pequeña losa y una nueva " culetada ", esta con mojadura incluida, pero no me importa, parece como si estuviera deseando un chapuzón. Dudo por unos momentos si hacer una pausa o seguir pescando, de repente me acuerdo del bocadillo que traigo en el chaleco y decido sentarme a la sombra de un árbol para reponer fuerzas. 

Me pregunto cuantas truchas habrán pasado hoy por mis manos, calculo que una docena, o tal vez más, no estoy seguro, ni tampoco me importa mucho, lo realmente importante es que todas siguen en el río. Después de dar buena cuenta del bocadillo y la cerveza, recojo todos los desperdicios y los meto en una pequeña bolsa de plástico, todo de nuevo al chaleco. 

Son ya las seis de la tarde, durante más de cuatro horas no he parado de sacar truchas y el agotamiento apesar de la pausa empieza hacer mella en mi cuerpo. Estas jornadas de pesca no son ni deberían ser ya esas carreras alocadas contra reloj de antaño, lanzando y vadeando el río sin parar todo el día. La fiebre de la pesca con el tiempo se va calmando, aunque para unos antes que para otros, es evidente.

No es nada sencillo meter la mosca por debajo de las ramas de los árboles. Si calculas mal, corres el riesgo de perder la mosca y lo que es más importante, una buena oportunidad. 

La sensatez 

Entretanto las truchas han dejado de cebarse, las polarizadas ya no se empañan, y el spray que me costó un ojo de la cara parace que esta vez si a surtido efecto. Pero la sensatez se impone y decido regresar al coche que afortunadamente no está muy lejos. 

Camino por la orilla del río sin salirme de el. Muy cerca ya del coche me doy de frente con una tabla larga de aguas semiparadas, (las dos fotografías de arriba). Cerca de mi, observo una cebada debajo de las ramas de una salguera, sin dudarlo un segundo presento el flor de escoba correctamente, la trucha sube a por el, pero lo rechaza, de inmediato cambio el flor de escoba por una emergente carne del 20, con pluma clara de gallo de León. Lanzo la mosca dos metros por encima del círculo que provocó la cebada, la trucha sube con franqueza a la mosca, y esta vez no la rechaza. Con un sutil movimiento de la caña, la trucha queda prendida del anzuelo por el morro. 

Es un hermoso ejemplar, el mayor que he tenido hoy en mis manos. La quito el anzuelo y la suelto sin más, sale disparada, no quiero perder tiempo y decido cambiar de estrategia y pescar esta tabla de aguas semiparadas con discreción, presentando la pequeña emergente debajo de las ramas de los árboles que prácticamente tocan el agua. 

Los lances se suceden uno tras otro, son algo complicados, pero la fina línea con la que estoy pescando y el bajo no muy largo, me facilitan las cosas. Las capturas se suceden, no paro de clavar ejemplares respetables, están todas apostadas a la sombra que las proporciona la fronda de las orillas, ¡vendita nueva Ley de Pesca pienso! Esto ya se va pareciendo más a los ochenta. Lo de la mañana fué una broma comparado con esto.

Hay muchos lugares del río donde los árboles nos protegen del sol abrasador del verano, formando una especie de toldo con sus ramas entrelazadas de orilla a orilla. 

¡Ahora sí!

Vuelvo a mirar el reloj, son las ocho de la tarde, el tiempo se ha pasado sin darme cuenta, de repente el cansancio parece haber desaparecido. 
A unos metros del final de la tabla de aguas someras, una trucha me rompe el bajo de línea  llevándose la mosca, ni siquiera me dió tiempo a ver por donde se fué. De repente, todos mis pensamientos empezaron a girar en torno a esa trucha ¿algo habrá fallado me pregunto? Quizás algún nudo de viento en el bajo, o tal vez me precipitara al clavarla, a estas alturas después de una intensa jornada de pesca todo es posible. Espero que la trucha se las apañe bien para desprenderse de la mosca, estos anzuelos sin muerte se sueltan con bastante facilidad.  

Ahora sí, ahora doy a la palanca del vivarelli y recojo la línea y lo que queda del bajo.Trepo como puedo por una corta pero empinada cuesta llena de rocas punzantes y de ortigas, las voy sorteando como puedo con alguna dificultad, algunas ortigas llegan a rozarme los brazos y me producen un pequeño escozor ¡malas hierbas exclamo! Por fin el coche aparece a la vista, debajo de una frondosa palera, tal como lo dejé por la mañana, pero ahora a la sombra que le proporciona la vieja palera. En este momento lo que más deseo es una cerveza fría con gaseosa, espero que El Corral de Sandalio esté abierto.

De regreso  

Mientras saboreaba la cerveza con gaseosa apoyado en la barra del bar, donde antaño las cuadrillas de pescadores se reunían para contar las anécdotas de la jornada y refrescar las resecas gargantas, mi vista se desvío hacia unas botellas de licores antiguas con algo de polvo que reposaban en la estantería, junto a las botellas también había algunas cuerdas de ahogadas algo marchitas y deslucidas por el tiempo. Entonces, todos mis recuerdos se comprimieron en ese momento y pensé que la vida de un pescador pasa muy rápida, y que es demasiado bella para vivirla solamente una vez.

Me acordé de algunos pescadores que conocí en este río y de otros muchos que ya no están con nosotros y que se fueron para gozar eternamente en los maravillosos ríos de aguas puras y cristalinas llenos de hermosas truchas que sin duda Dios tiene dispuesto en el Cielo para premiar a todos los pescadores buenos y sencillos como fueron ellos. Me acordé también de las maravillosas pescatas que mi hermano y yo hicimos en este río y de los ratos inolvidables que pasamos juntos, de las largas y fructíferas jornadas de pesca, vadeando y lanzando todo el día sin parar.

Mientras mis pensamientos vagaban erráticos en busca de recuerdos acumulados a través de una vida intensamente vivida, alguien que estaba a mi lado me preguntó, 

-¿como se dió? 

-Alguna moví. 

-¿pero enganchó alguna? 
-
-Si hombre, alguna pesqué. 

-Si es que ya no se repueblan los ríos, me dice. Antes si que había truchas, que de mozo bien que cogiamos buenos mendrugos a gusarapin, y con el verano entrado a mano debajo de las piedras. 

-¿y se repoblaban los ríos antes? 

-No hacia falta, que había muchas, me dice. 

-¿que pasó entonces? 

-Pues eso, que ya no se repueblan.

-¿y si los repoblaran? Le pregunto. 

-pues podría pescar usted más truchas. 

-si, tal vez podría pescar más truchas. ¿y que haría después?

-después podría venderlas, regalarlas o hacer lo que quisiera. 

-¿y qué piensa usted que estoy haciendo ahora? 

-Lo que usted me dice lo hice durante muchos años, pescar muchas truchas, ganar más, gastar más, y total ¿para que? Para nada. Un hombre realmente tiene muy pocas necesidades verdaderas, pero hay que llegar a mayor para darse cuenta de ello. 

-Le digo sinceramente que me basta con pescar un par de truchas de vez en cuando, de disfrutar de estos ratos de tertulia, saborear una buena cerveza fresca, disfrutar del sol, de la lluvia y de la belleza de estos pueblos, y porque no, de una buena jornada de pesca como la de hoy, y lamentar el no haberme dado cuenta antes de que la vida es mucho más simple de lo que la gente cree. 

El hombre no contesto, solo apareció en su rostro una pequeña sonrisa. En realidad no tenía nada que decir.   
  
Ya dentro del coche de regreso a casa, seguía pensando... soy un afortunado de ser pescador y doy gracias a Dios de haberme permitido conocer este maravilloso mundo de la pesca con mosca y de unirme muy fuerte a la naturaleza. 

Las Truchas del Órbigo.

Ver subir una trucha de un par de kilos a por la mosca, es una de las mayores satisfaciones para un " mosquero ", sí además te la coje, será sin duda un placer especial entre los placeres. Si a todo esto añades que has creado tu mismo la mosca, entonces habrás conseguido sobrepasar límites de satisfacción inimaginables. Si con todo, esa mosca es una pequeña artificial que a duras penas puedes seguir su deriva entre dos corrientes diferentes, entonces amigo pescador estarás ante uno de los más exigentes retos que un " mosquero " se le puede presentar.

La protagonista

El miércoles pasado me tocó pescar el E.D.S. de Villanueva de Carrizo en el río Órbigo. La mañana la pasé visitando un familiar en Espinosa de la Ribera, un pueblo próximo a este escenario. Después de comer me presenté en el río a las tres de la tarde.

El tramo a pescar ya lo tenia decidido de antemano, así que aparqué el coche a la sombra de unos árboles, muy cerca del río, al lado mismo del puente de hierro, antiguo límite superior.

El río bajaba bien de caudal, quizás algo bajo, pero ideal para pescarlo a mosca seca. Algunas cebadas intermitentes era el panorama a primera vista, nada que hiciera presagiar un buen día de pesca, nada de eclosiones masivas, nada de nubes de tricópteros, nada de exhuvias vacías flotando en el agua,  tan solo algunas efímeras sueltas de tonos claros. 

Até al terminal un flor de escoba. Estas moscas son las mejores para tantear el ambiente, después con el transcurso de los acontecimientos Dios proveerá como decía un buen amigo mio. 

Las subidas se sucedían con bastante frecuencia, pero con desigual efectividad, mientras la mayoría de las truchas rechazaban el tricóptero, otras sin embargo lo tomaba sin mayor recelo. Pronto me di cuenta que había mucha trucha, mi posición dentro del río junto con la posición del sol en esos momentos, me favorecían para ver con toda claridad las truchas apostadas una detrás de otra.

En estas condiciones pescar a pez visto representa una gran ventaja para el " mosquero ". No me refiero a ver el círculo que produce la cebada de una trucha en la superficie del agua, me refiero a ver a la propia trucha, ver su evolución cuando la presentamos la mosca, ver sus movimientos de un lado a otro, de arriba abajo, porque con poca agua, casi nunca están quietas en el mismo sitio.

La rasera

A la media hora de comenzar, veo una silueta grande y oscura en medio de la rasera, a unos cien metros  agua arriba del puente de Carrizo, ¿tal vez una trucha grande pensé?  Al acercarme sigilosamente pude comprobar que se trataba de un hermoso ejemplar de dos kilos, o quizás más, atento  a todo lo que transportaba la corriente.  

El cerebro de un " mosquero " en estas circunstancias, sea cual sea su tensión sanguínea, pone a la trucha sobre una báscula imaginaria y la pesa, y procura no equivocarse demasiado para luego, en caso de capturarla, no llevarse una desilusión. 

La trucha había elegido una postura difícil para presentar la mosca entre dos corrientes diferentes, pensé que por algo estaba allí.
Con el primer lance intenté presentar el flor de escoba como mejor podía, pasó  al lado pero demasiado rápido, ni siquiera se fijó en el, al segundo intento pasó por encima de ella más o menos correctamente y solo lo miró, ni siquiera hizo  amago de subir.
Entre tanto la trucha se desplazó un par de metros aguas arriba, entonces cambié el flor de escoba por una emergente carne en CDC del 20. Tenia  serios problemas para introducir el naylon del 12 por el ojal del anzuelo ¿ los nervios ? Tal vez, no siempre se presenta una oportunidad como esta, y más en los tiempos que corren. 

Lancé por encima de la trucha con suma delicadeza, concentrado en lo que hacía,  la línea voló por el aire y la mosca se posó con esa deliciosa dulzura que la proporciona las fibras de cul de canart, con extremada delicadeza, como lo hacen los copos blancos de polen cuando son liberados de sus ramas por una suave brisa.
Sin embargo, no calculé  bien la distancia y la línea se posó  en la corriente más fuerte, provocando al instante el dragado de la mosca.
Dejé la línea derivar con la corriente sin levantarla hasta haber sobrepasado seis u ocho metros la postura de la trucha para no asustarla. 

Una de las cualidades inherentes a un pescador con mosca es la fe, creer en lo que haces, y a partir de esta fe, que para algunos es virtud, se origina un verdadero culto hacia una determinada forma de pescar, hacia una determinada mosca. Resulta difícil pescar sin fe, sin convinción en lo que haces. Sin la confianza de uno mismo, la pesca con mosca resulta completamente inútil. 

Volví a intentarlo por sexta vez, de repente casi me da un " patatús ", la trucha subió  lentamente a por la mosca, y la clavé como hay que clavar estas truchas, con serenidad y templanza, dando un toque sutil a la caña hacia arriba décimas antes de que  tome la mosca.

Entoces todo sucedió muy rapido, la trucha al verse prendida por el anzuelo salió rabiosa del agua, pegando un salto por lo menos de dos metros, retorciéndose en el aire como si volara, todo lo que pude hacer en ese momento era sujetar la caña mientras la trucha arrancaba como una locomotora río arriba mostrándome su poderío, como diciendo esto solo acaba de comenzar. 

Haciendo alarde de su increíble fuerza, me sacó casi toda la línea de la bobina. En esta primera embestida se fué más de vente metros aguas arriba, el backing ya era visible en la bobina. De nuevo otro salto fuera del agua, daba la sensación de estar viendo algún video de pesca del salmón atlántico, al caer daba tremendos coletazos que provocaban una explosión de espuma. Cada pocos metros de línea que recuperaba, los volvía a perder enseguida. 

Estos primeros diez minutos de tanteo, de lucha de poder a poder no tiene comparación alguna, es un espectáculo apasionante lleno de incertidumbres. Para quienes no hayan tenido la fortuna de experimentar estas sensaciones, les sugiero que visiten este escenario del río Órbigo. 

Entre tanto la trucha seguía tirando de una manera endiablada. mis brazos empezaban a sentir la fatiga producida por la tensión de los músculos, de repente, inesperadamente se dejó descolgar río abajo en dirección a mi posición, entonces empecé a recoger línea a toda velocidad, como si no hubiera hecho otra cosa en mi vida. A ocho metros de donde me encontraba, la trucha se paró y de nuevo la línea se volvió a tensar,  respiré aliviado, supuse que se había parado al verme por primera vez. 

Las sensaciones empezaban a ser positivas, la tenia bien controlada, la trucha desesperada, en su afán de supervivencia, buscaba algo a que aferrarse, pero no lo encontraba, todo estaba limpio a su alrededor, la única escapatoria posible era meterse en la corriente, pero ni siquiera eso seria suficiente para romper el bajo, el agua apenas me llegaba por las rodillas y me golpeaba con poca fuerza.

Noté  por unos torpes movimientos que ella también está fatigada, pero no quería  precipitarme, no quería  cometer ningún error que luego me tubiera que arrepentir, pero lo cometí, actué como un principiante, las ansias de meterla antes de tiempo en la sacadera me cuesta otros doce metros de línea fuera de la bobina, ¡idiota de mí exclamé! El mundo se me vino  encima. 

Los científicos hablan del agujero negro, del origen del universo y la inmensidad del cosmos, pero somos nosotros, los pescadores con mosca los que experimentamos la eternidad comprimida en unos pocos minutos. De pronto, todo el universo es una trucha, y ha estado a punto de marcharse. No tendría perdón de Dios, si por mi torpeza malograra esta captura. 

Entonces hice lo que hay que hacer en estos casos, primero serenarse, y luego cansarla hasta que prácticamente ella sola entre en la sacadera.
Cuando por fin la vi atrapada en la red exclamé, ¡Gracias a Dios! Es hermosa, es una trucha como las de antes.
Mientras la reabilitaba, a duras penas podía hacerla una foto, tuve que salir casi fuera del río, no quería causarla más estrés del que ya tenía, yo también necesitaba un descanso, los dos habíamos terminado agotados. 

En este juego de estrategias, al final siempre suele ganar el más inteligente.
Cuando note que quería marcharse la solté y se fué río arriba, se fué despacio, como resignada por haber perdido la partida, triste por haber sucumbido al engaño de una mosca artificial, pero esperanzada por verse de nuevo libre, pensando que la próxima vez, el pescador que quiera  engañarla va a tener que esforzarse mucho más que en esta ocasión. 

Posiblemente las truchas no hablen, pero en su instinto de supervivencia quedará gravado por mucho tiempo esta desafortunada equivocación que tuvo hoy.

La mosca

Después de este episodio, lo que sucedió posteriormente fueron pequeñas anécdotas, hasta que la sombra de los árboles se adueñaron del río, entonces las grandes de verdad dejaron su morada protectora para pasar a posicionarse sin ningún recelo en las mejores posturas del río.

De nuevo cambié la pequeña mosca por el flor de escoba, ahora sí, ahora lo tomaban sin ninguna precaución.  El carrete cantaba una y otra vez, yo le dejaba que cantara todo lo que quisiera, eran melodías cortas, pero sonaban a gloria, parecía que estaba clavando siempre la misma trucha, pero no, eran truchas diferentes, truchas kileras en su mayoría ¡ increíble!

El reloj marcaba las ocho y media, cada vez tenia más dificultades para ver la trayectoria del tricóptero, al tiempo se levantó algo de viento que rizada el agua, las truchas dejaron de cebarse, al menos con la intensidad que lo habían hecho hasta entonces. 
En ese momento decidí dejar de pescar, ya estaba bien, el Órbigo me había regalado un buen día de pesca, y recompensado con creces muchas horas infructuosas a pie de este hermoso río.

La de la sombra 

Ya en el coche mientras me cambiaba, pensaba que estos escenarios, no sólo nos ofrecen la posibilidad de pasar un buen día de pesca a poco que se muevan las truchas, también estimulan las reuniones de grupos de pescadores, desarrollando encuentros deportivos, competiciones oficiales etcétera, que contribuyen a fortalecer el deporte de la pesca, a que no quede relegada a un mero pasatiempo, e incluso a la desaparición. 

Todos los años, las competiciones incorporan nuevos jóvenes valores, con nuevas ideas y nuevos métodos de pesca, y contribuyen a que el resto de pescadores nos conozcan y nos visiten. Sólo hace falta que el resto de los tramos de los diferentes ríos leoneses, vuelvan a presentar poblaciones de truchas eceptables, aunque no sean como las conocidas hace décadas. 

Antes de arrancar el coche me acerqué a ver por última vez la rasera que había estado pescando. Las truchas seguían cebándose, entonces recordé que aún me quedaba otro permiso para este escenario. Espero tener suerte y poderlo visitar de nuevo esta temporada, no me gusta repetir tramo del mismo río en la misma temporada, pero visto lo visto, quien sabe.