jueves, 5 de noviembre de 2015

REFLEXIONES SOBRE LA ÉTICA EN LA PESCA.

Los viejos y ancestrales atavismos no impiden que la pesca bien entendida tenga como todas las actividades del hombre, una cierta ética y necesite de un mínimo de educación que pueden y deben irse perfeccionando con el tiempo.

El Pescador y su Mundo. 

Capturar un pez, no tiene por si solo un significado o una justificación, se puede ejercer la pesca como actividad deportiva o como esparcimiento, pero siempre tiene que existir una razón que lo justifique y un principio ético que lo avale.  

Para el auténtico pescador esta raíz ética se basa en la inmersión que la pesca supone en la naturaleza, fundiéndose con ella, sin alterarla, como si fuera una pieza más en el equilibrio ecológico, y nunca un elemento perturbador, convirtiéndose así en un elemento más del medio ambiente.  

En la unión con lo natural es donde está la profunda vivencia de ésta actividad. Fundirse con el paisaje, conocer los hábitos y querencias de los animales que habitualmente nos encontramos en los lugares de pesca que frecuentamos, captar el más mínimo ruido y, sobre todo, mirar, mirar y mirar. Alguien dijo que este continuo mirar centra la principal atención del pescador, esta forma que tiene de mirar discrepa bastante de la forma usual que tenemos los hombres de observar las cosas. 

El pescador tiene que captar y retener en la retina la totalidad del paisaje que abarcan sus ojos y prestar una continua atención a la más mínima variación que se produzca para centrar entonces en ella la observación puntual, rápida y lo más detallada posible de la causa de esa modificación. Esta es por otra parte, la forma de mirar que tienen los peces, especialmente nuestras truchas, ellas ven más el movimiento que las figuras, y a la menor alerta, al menor cambio, ponen en juego su mecanismo de defensa, generalmente de huida.


El pescador se funde así con el pez en el ejercicio de sus sentidos y cautelas y pasa a ser una especie de predador, pero un predador autorizado éticamente por la necesidad objetiva de controlar lo que sucede a su alrededor y de sentir la vivencia de lo natural. 

La pesca, además de respeto e incluso cariño hacia los peces, es también esfuerzo y sacrificio. Muchos se confunden cuando suponen que el pescador es un tipo comodón, que deja pasar las horas bajo la sombra protectora de algún árbol en espera pacienzuda de que los peces acudan a su engaño. Pues bien, si la gente supiera lo que es pescar truchas seguramente modificarian tales criterios y nos admirarían en el justo valor que tenemos.


Sin espíritu de sacrificio no existe el verdadero pescador. La pesca es tesón y paciencia, y es conformidad plena con el resultado, tanto si ha sido positivo como negativo, porque es este y no el pez en si lo que justifica la afición. Se puede decir que es en esta conformidad posterior y no en el número de piezas capturadas donde se manifiesta la verdadera afición. 

La pesca también es educativa y es educación y respeto hacia los demás. Entre los auténticos pescadores reina siempre la camaradería, y en ella se basan muchos de los encantos de la pesca. 

La pesca también tiene una vertiente claramente educativa en el autodominio, pescar es en resumen practicar el autodominio, dominarse al lanzar nuestra mosca precipitadamente, clavar antes de tiempo etcétera. No es nada fácil para el principiante por toda la gran carga emotiva que ello supone resistirse a la tentación de clavar, incluso antes de que la trucha haya tomado la artificial, pues desconoce lo que es " dejar cumplir a la trucha ", a la que sin embargo hay que clavar en el momento justo, pues todos sabemos la facilidad que tiene para expulsar el engaño. Es clavando y clavando muchas truchas como el neófito llega a comprender la dinámica y estrategia del clavado. Al final todo llega a ser una costumbre o un hábito, pero para ello es preciso un aprendizaje en el autodominio.


Todas estas enseñanzas y pautas de comportamiento son menores al lado de las que podemos recibir de la propia Naturaleza. Conocer los hábitos y las costumbres de los animales y sus querencias es como leer un gran libro abierto a sabias enseñanzas. Ver una trucha mimetizarse con el entorno en su medio generalmente hostil como es el río, la astucia, la sensibilidad y la sabiduría primitivas de unos instintos mucho más complejos y perfectos que la tan ponderada inteligencia.  

La pesca además de esfuerzo, de sacrificio, de respeto, de caballerosidad, de nobleza, de autocontrol y autodominio, es ante todo, conocimiento y vivencia de la naturaleza, y tiene multitud de enseñanzas para nosotros. Tiene una ética, y el pescador que no la tenga es porque no es un verdadero pescador y no ha comprendido la misión educativa de la pesca.