jueves, 4 de julio de 2019

De Pesca por el Curueño

El tramo alto del río Curueño junto con el del Torío esconden algunos de los mejores y más desconocidos enclaves montañosos de la Cordillera Cantábrica en León. Lagos de origen glaciar como el Isoba y el Ausente, solitarios puertos como el de Vegarada por el que transcurría una antigua calzada romana, profundas Hoces como las de Valdelugueros y Valdeteja, acompañan a grandes hayedos y robledales y a una rica fauna y flora. Un lugar para los que el viajero no encontrará, como decía Julio Llamazares 《 palabras ni en el corazón ni en la memoria más antigua de su lengua, para plasmar en su cuaderno tanta paz,tanta solemnidad, tanta grandeza 》.

El Curueño en todo su recorrido es pura canción, pero además en este tramo medio - alto, a la altura de las Hoces de Valdeteja y Valdelugueros, dentro de la Reserva de la Biosfera de los Argüellos, es una sinfonía de alegres trinos y un constante murmullo de cascadas y corrientes, donde los tonos azules de sus aguas se convierten en verdes y la transparencia en espejo, y todo enmarcado en un cuadro de atrayentes y desbordantes paisajes que le dan un carácter único.

Río Curueño, Hoces de Valdeteja 

Río Curueño 
Este es territorio del oso pardo que en los últimos tiempos ha pasado de ser una fiera a convertirse en un símbolo de la vida silvestre amenazada, y de los esfuerzos de toda una sociedad por conservar su patrimonio natural, también del lobo ibérico, del urogallo, del águila real, del buitre leonado, o del alimoche, un visitante estival que suele cruzar el estrecho de Gibraltar a principios de marzo, un asiduo de los vertederos donde se atiborra de basuras humanas, sin olvidarnos entre otros de la nutría, hábil cazadora bajo las aguas. Pero por encima de todo es edén paisajístico de gran biodiversidad. 

Enriscado de bosques y roquedos, fauna y flora endémicas de estas tierras como la lagartija serrana o el lagarto verdinegro ( Lacerta scbreiberi ), o la bella mariposa macaón, una de las mariposas más conocidas no sólo aquí, sino también en el resto de Europa, aunque en Gran Bretaña es muy escasa, y en Irlanda apenas si se encuentra. La oruga del macaón es muy llamativa por su color verde amarillento con rayas negras y puntos rojos. Para defenderse de su principal depredador como son las aves insectívoras tiene justo detrás de la cabeza un órgano de defensa, este órgano en forma de horquilla emana un olor acre y encierra un líquido tóxico cuya finalidad es impedir que dichas aves la devoren.  

La primavera convierte el suelo de estas montañas en un sueño policromado con el amarillo de los narcisos ( Narcissus asturiensis ) endémico de la Cordillera Cantábrica y montes de León, o el azul violeta de la Gentiana verna, denominada por aquí como " gitanilla menuda". Las fisuras de las paredes calizas tienen también su propia flora, en muchos casos endémicas de estas montañas como la Potentilla nivalis astúrica que pertenece a la familia de las rosáceas de flores blancas con propiedades medicinales que se la atribuyen desde antiguo, o la Saxifraga canaliculata endémica de la Cordillera Cantábrica, es decir, de distribución limitada a esta zona, de flor blanca y fuertes raíces. Acompañados por ríos y riachuelos que se enrabietan en su descenso hasta encontrar tierras más suaves. Este bello territorio de la montaña central leonesa se abre al visitante con los brazos abiertos, ideal para quienes aman el deporte de la pesca y la conexión con la naturaleza.

Mariposa macaón

Potentilla nivalis astúrica 

Saxifraga canaliculata 

Esta provincia es así, capaz de fabricar ríos tan hermosos como este y, brisas en verano que curan mejor la cecina que las heladas de invierno. 

A principios de primavera, cuando el Curueño amanece con chorros de vaho, antes de salir el sol, entre dos luces, cuando el vientecillo limpio y frío de la montaña refresca las mejillas y las manos se vuelven torpes para anudar la mosca al terminal, esa hora mágica del sereno matutino, se oyen unos chasquidos, unos chasquidos sobrecogedores que se expanden en el eco de las montañas, chac,chac,chac, como si alguien chasqueara la lengua contra el paladar, chrrec, chrrec, chrrec, toc,toc, toc,como taponazos de champán, es la voz del rey de las aves y del silencio, es la voz del urogallo que lucha por salir del grupo de especies en peligro de extinción, empieza la época de amores, el macho cesa momentáneamente su canto y espera... de repente se escuchan sones de guerra, es el chasquido de otro macho, es una contestación a su canción de guerra y amor, el se da por aludido y enardecido grifa las plumas de la garganta y despliega la cola en abanico al tiempo que eleva el pico como si rezara al cielo, y recomienza su canto, esta vez con más ardor que antes, tapándose los ojos con los párpados, concentrándose en la voz que emite, como si no quisiera perderse ninguna nota, la orquesta del bosque suena y retumba por todas las Hoces del Curueño, bella balada de amor en su más primitiva expresión. Entre tanto, sin darme cuenta, absorto escuchando la música celestial del urogallo comienzan a salir los primeros rayos de sol y de repente, escucho en la lontananza ladridos semejantes a los de un perro, son agudos y potentes, capaz de dejar ensimismado a la persona que lo escucha por primera vez, es el príncipe del bosque, es el corzo, entonces me asalta la duda, no se que hacer, si seguir escuchando las melodías del bosque o concentrarme en capturar alguna trucha, a este paso también voy a perder la postura del mediodía.

Urogallo 

Lagartija serrana 

Aquí se respira aire puro y fresco de la montaña, aquí huele a trucha y en verano también a hierba recién cortada que servirá de sustento al ganado en los fríos días de invierno que por aquí suelen ser glaciares. ¿ Qué tendrá este río para desbordar tanta belleza? Quizás la presencia constante de la piedra caliza que bordea el cauce formada hace millones de años por los caparazones de infinidad de moluscos marinos, o tal vez el conjunto de puentes romanos y medievales que componen una de las imágenes más conocidas y bellas de este río, no lo sé! Lo cierto es que aquí cuando uno práctica el deporte de la pesca se siente deportista y disfruta de toda la grandeza que ofrece este deporte. Sin embargo, el pescador que pretenda hacerse con algún buen ejemplar de trucha autóctona o simplemente pasar una exitosa jornada de pesca deberá estar en buenas condiciones físicas, además de sabiduría para engañar a las recelosas truchas y, sobre todo mucha afición, a cambio el Curueño le ofrecerá naturaleza en estado puro, pero sobre todo la desconexion del mundanal ruido.

Río Curueño 

Trucha del Curueño 

A medida que nos acercamos a su nacimiento en el puerto de Vegarada, en la llamada Vega del Coruñón, el valle se va cerrando, las corrientes se vuelven ruidosas discurriendo entre peñas cada vez más angostas repletas de curvas, vericuetos y endiduras que el Curueño sortea con habilidad hasta formar pozas profundas donde encuentran su morada las grandes truchas, estos escenarios formados por la topografía del río fueron aprovechados por los furtivos para capturar truchas ilegalmente.  

Hace algunos años, la pesca en los ríos leoneses empezó a formar parte de un sistema económico, por lo que para algunos ya no era tanto la necesidad de alimentarse como de aumentar su hacienda. Empezó a surgir por los pueblos ribereños una figura llamada " los trucheros ", que periódicamente recorrían los pueblos para comprar truchas que luego vendían en los mercados y restaurantes. Era tanta la codicia entre los pescadores para sacar unas pesetas del río que no dudaban en emplear cualquier modalidad prohibida. Surgió entonces otra nueva figura " el furtivo profesional ", que solo se dedicaba a este negocio. Todo era bueno para ganarse el jornal o en la mayoría de los casos aumentar los haberes desde el butrón, la nasa, los cables eléctricos, el trasmallo, cuerdas durmientes, el espartel, la garrafa, la oscuridad de la noche etcétera. En aquellos tiempos no muy lejanos el ingenio estaba tan agudizado que llegaban a colocar cestas debajo de los saltos naturales del río que tenían que superar las truchas en su remonte hacia los frezaderos donde tenían lugar el desove, modificando la altura del salto con ramas y piedras, de tal manera que las truchas al no poder superar dicho salto caían en la cesta que previamente habían colocado debajo. De hay que tantos pozos lleven el mismo nombre " pozo de la cesta ". Los furtivos profesionales eran personajes muy astutos, conocedores perfectamente del río donde actuaban, unos seres ingeniosos para crear todo tipo de utensilios ilegales para pescar, unos burladores de la ley y de la vigilancia, unos estrategas para conseguir sus propósitos. Tal herencia parece que en cierto modo ha pervivido hasta nuestros días, pero afortunadamente estas prácticas y otras similares se han superado. 

El Curueño recibe el aporte de varios ríos como El Pinos, El Faro o el río Labias, y de infinidad de regueros y arroyos, toda una sucesión de arterias que dan cobijo entre sus aguas a las pocas truchas autóctonas que aún nos quedan en esta provincia leonesa, truchas finas y bravas con una librea especial que solo tienen las del Curueño. 

" Pozo de la cesta " río Curueño 

El otoño aunque corto es en este tramo del Curueño una época de disfrute para los cinco sentidos. Entre las paredes rocosas, los frondosos bosques de fresnos, hayas, robles, avellanos, sauces y chopos ofrecen un espectáculo de color sin par. En esta estación el Curueño se pone el fastuoso vestido de la nostalgia, las primeras lluvias hacen aumentar poco a poco el flojo caudal que le ha dejado el estiaje del verano, la mayoría de los pescadores han recogido los aparejos hasta la próxima temporada, el Curueño se queda solo y en silencio, para los árboles ha llegado la hora de la metamorfosis cromática, las hojas van cediendo el color verde a los ocres, amarillos y vermejos, formando una variedad de tonalidades capaz de acallar la paleta del mejor pintor, mientras que los chopos, los más genuinos representantes de nuestro soto se van despojando lentamente de su vestido de oro y, cuando el viento otoñal les quita sus amarillas hojas caen estas al río provocándole la dulce sonrisa de ondulantes círculos, y se van muy lejos a servir tal vez de mantillo a otros lejanos árboles.

La Braña

Caprichos de otoño en el Curueño 

Otoño en el Curueño en todo su esplendor 

Este tramo fue vía importante de las comunicaciones romanas, los productos extraídos de estas tierras leonesas principalmente oro y plata se pasearon durante muchos años por la calzada romana que paralelamente al río todavía se puede localizar. El dificultoso paso natural de estas montañas se volvió artificial labrado por los leoneses de antaño con sudor y vidas dejadas en las rocas hasta convertir este trazado peligroso en vía accesible hacia tierras asturianas. 

El carácter montañés se exhibe aquí en que la grandiosidad del espacio natural se conjuga con los vestigios históricos. Estos pequeños pueblos de postal, fueron tierras de reyes y nobles cuyas huellas quedan hoy patentes y son fácilmente localizables en restos de castillos, monasterios y torreones, que recogen un rico patrimonio cultural y artístico como son las obras del arte religioso provenientes del románico popular leonés y, sobre todo su conjunto de puentes romanos y medievales que jalonan la calzada romana.

Puente romano sobre el Curueño 

Puente romano - medieval de Valdepielago 

Gentes de estos pueblos que tienen mucho que enseñar y ofrecer, restaurantes y casas rurales en los que degustar los platos que dan carácter a estas tierras como son la típica caldereta de cordero, el lechazo asado,el pollo de corral o el afamado cocido montañés, sin olvidarnos de la cecina entrecallada de chivo, todo pensado para facilitar el descanso y el sosiego de los visitantes.

Recreadores legionarios romanos

La Venta del Aldeano 

Estas tierras de la montaña central leonesa son sobre todo hogar de muchos hogares. Lo que palpita en medio de tanto pedestal erguido, roca y árboles, es nada menos que una serie de abarrotadas comunidades vivientes, a veces tan limitadas y cercadas como los mismos urogallos, osos y lobos que hacen de este ámbito uno de los más vivos y, por tanto jóvenes del viejo mundo, pero que al estar en la justa y digna proximidad de los humanos se convierten en el rescoldo, en la brasa bien encendida sobre la que soplar, para que el horizonte se ilumine ante nuestros ojos como si cada una de nuestras miradas fuera un nuevo amanecer. Ahora cuando el hombre ha alcanzado un nivel de desarrollo que parece poder moldear a su antojo la naturaleza, nos toca inventar fórmulas nuevas y eficaces para que eso siga siendo posible.

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