sábado, 3 de septiembre de 2016

Las truchas de Santa Marina del Rey y Casimiro.

Todo "mosquero", sí bien por lo general no maneja la pluma estilográfica con soltura como lo hace un escritor profesional o un periodista, si maneja con elegancia su caña que le da profundas satisfaciones, y no sólo eso, como todo pescador, es un contador de historias, alguien que puede transformar una pequeña anécdota de pesca, en una gran aventura, o convertir una discusión entre dos pescadores, en una amena e interesante conversación. Pero para ello debe contar al menos con otro pescador a quien contársela.

Es por ello que debemos tener lugares comunes donde poder contar nuestras historias, sean virtuales o no, muchos de nosotros probablemente seríamos mejores pescadores, y no estaríamos constantemente mirándonos con tanto recelo.
Es cierto que cada vez más seleccionamos lo que leemos. En esto de la pesca con mosca biene a suceder como en la vida misma, con el paso de los años nos volvemos más exigentes, tan exigentes que aveces nos olvidamos de las truchas y de los ríos.

A ti amigo pescador, aficionado de pura sangre, dedico esta pequeña historia, fruto de mi afición por la pesca con mosca, y de la observación y práctica de este incomparable egercicio que me domina desde muy crio. A todos los ríos leoneses de los que tanto he disfrutado y gozado de los mejores momentos de mí vida.

Comienzo, amigo mío, por pedir a usted anticipado perdón por los disparates, inconvenientes y hasta herejías que se me puedan ir ocurriendo, por lo que le autorizo y le ruego corrija o suprima cuanto quiera de esta historia.

El acotado de Santa Marina fué para los "mosqueros" de media europea,  lo que la Meca para los musulmanes.


Las cebadas fueron haciéndose más raras a medida que las pequeñas y claras efímeras disminuían sus apariciones sobre la superficie del agua, ( todas las cosas buenas llegan a su fin, y las emergencias de los insectos acuáticos no son diferentes).
Después de cuatro horas ininterrumpidas pescando, salvo para hacer alguna fotografía, decidí sentarme a descansar al lado de una vieja palera tumbada en el suelo por las fuertes crecidas de la pasada primavera, y protegida por una añosa y secular salguera, tan tupida, que eran inútiles cuantas tentativas hacia el sol para filtrarse entre sus ramas.

El lugar elegido estaba esmaltado de arbustos de mil especies, apiñados y entremezclados en deliciosa anarquía. No era el más confortable, pero como decía mi madre, (q.e.p.d.) "Para el hambre no hay pan duro ni para el sueño mala cama", así que no perdí más tiempo en buscar otro.

Todo estaba quieto, mis ojos se movían de un lado a otro buscando el origen de cada ruido del río, el gorjeo de la torcaz sesteando a la sombra de la arboleda, el sisear de las hojas de los árboles movidas por la suave brisa, el runruneo de la chorrera. Todos los sonidos se entremezclaban formando un magnífico himno, que ascendía hasta el cielo confundidos en un solo canto. ¿ Y por dentro que ?...Por dentro me invadía una revolución de recuerdos, eclosiones y peleas con las grandes truchas.

Miré de reojo a mi fiel e inseparable caña, y a la vieja mosca que aún seguía atada al terminal, una de esas gloriosas moscas que ha sobrevivido al naufragio del olvido como testamento de una época de oro de la pesca con mosca seca  en León. A las dos las susurré... ¿hos acordáis?

Sin esperar respuesta, ni tampoco nuevas cebadas, pues la experiencia me decía que las truchas tardarían en estar de nuevo activas, me dispuse a esperar acontecimientos, gozando de esa dulce somnolencia tan grata después de la fatiga física y cerebral. Mientras, el agua fluía mansamente a mis pies, era un bálsamo relajante para el cuerpo, pero mi mente seguía inquieta, momentos antes una trucha grande me había roto el terminal llevándose la mosca en su boca, antes ni tan siquiera de poder verla o sentirla.

Sin darle excesiva importacia pensé resignado, son las servidumbres de pescar con estos hilos tan finos. Si pescara con puntas más gruesas quizás podría capturar estas grandes truchas que aún quedan en este escenario, pero entonces ellas verían antes el hilo y yo perdería la oportunidad de siquiera sentir su fuerza a través de mi caña.

Y si las orillas no estuvieran tan enmarañadas de maleza y recobecos sumergidos, aún con ese hilo tan fino habría podido palpar alguna trucha más. A estas alturas de la temporada, la mayoría de ellas han recibido el doctorado en lo referente a la pesca con mosca, y "ca", uno no sabe muy bien a que atenerse.

Otros tiempos, otras historias. 

Ensimismado con mis pensamientos, percibí un movimiento a la salida de un recodo del río, a unos doscientos metros aguas abajo de mi posición, tuve que concentrar la mirada para percatarme que lo que estaba viendo era otro pescador que avanzaba lentamente por el río pescando también a mosca seca.

Este tipo sabe lo que hace pensé, sus movimientos eran discretos y precisos, cumplía a la perfección uno de los criterios básicos en la pesca con mosca, claro que no basta con ser un perfecto lanzador para ser un buen pescador de mosca, se necesita además, mucha experiencia y práctica, y sobre todo, se requieren condiciones físicas y aun morales, sin las cuales no es posible pescar bien.

La mejor teoría del lanzado se estrella aveces ante una naturaleza agreste, un cuerpo obeso y pesado, un cuello apoplético, una vista defectuosa o unos nervios revolucionarios.
Por la pinta y hasta donde me alcanzaba la vista, parecía un pescador bastante ágil, aunque no creo que capture muchas truchas pensé,  con esta inactividad casi total que hay en el río. Seguramente será un recién llegado ¡lástima que no haya llegado antes! Se habría divertido. Ami siempre me ha gustado ver a otros cofrades mientras pescan, especialmente si lo hacen bien, y aquel pescador era un buen "mosquero", no había más que ver sus buenas maneras.


De pronto el pescador hizo un movimiento brusco con la caña, y vi como esta se arqueaba, pero no observé chapoteo alguno sobre la superficie del agua. Instantes después una trucha salpicaba furiosamente intentando liberarse del anzuelo, pero no lo consiguió, y el pescador la devolvió la libertad sin apenas sacarla del agua después de mirarla un instante. Me sorprendió que no se detubiera a secar la mosca y que continuara lanzando con impecable estilo. Unos pocos minutos después, y ya muy cerca de mi posición, el pescador clavó de nuevo otra trucha que se le soltó a los pocos segundos, siguió lanzando sin pararse a revisar la mosca que sin duda estaría algo deteriorada y mojada. ¡Ah, claro!... ¿como no se me había ocurrido? ¡mi colega viene pescando con ninfa! Con una línea muy fina, y a juzgar por lo armonioso de sus lances, con una ninfa pequeña.


Al llegar a mi altura el pescador me saludó cortésmente. Tal como mi imaginación le había visto, le vieron mis ojos : sesentón y de rostro atezado, ojuelos avellanados y de perspicaz mirada, frente elevada y nariz tónica, y todo adornado con un bigote sesentero. Me sorprendió que llevara la misma vestimenta que la mía, el mismo chaleco, la misma gorra, el mismo vadeador...
-¡hermoso día le dije! al observar que se disponía a sentarse a mi lado.
-A fe mía que sí contestó, mientras apoyaba su caña cuidadosamente sobre una de las ramas de la palera.
-Y... ¿que tal se portan las truchas de Santa Marina? veo que recién llegado ya ha clavado alguna.
-Mejor picaban hace un rato me dice, realmente llevo cuatro horas divirtiéndome, hasta que empezaron a escasear los toques, no crea que acabo de llegar.
-¿Ha capturado alguna trucha grande ? Entonces el  pescador me contestó  con la indulgencia de los seres superiores  y la seguridad de los maestros, y no es de extrañar, pues en una tierra donde la Naturaleza ha vertido en ella sus dones para la pesca, hay muchos maestros, y este en la pesca con mosca  por lo visto lo era.

-He cogido dos truchas que rondarian el medio kilo cada una, y otra que pasaría del kilo.
-¡claro! pescando con ninfa, siempre se suele usar un hilo más fuerte, así ya podrá le dije.
-Alguna más habría capturado si no tuviera que usar puntas tan finas.
-¿Que quiere decir usted con eso de puntas tan finas?
-Para mí pescando bajo el agua que es mi modalidad preferida, utilizar una punta del 0,14 es equivalente a su 0,10 o 0,12 dijo el pescador después de hechar un vistazo a mi caña. Un hilo más grueso aseguraría la captura de las truchas más grandes, pero sería visto por ellas y ya no se decidirian a tomar la ninfa. Además, entre más fino sea el hilo, mejor y más rápido profundizan las ninfas y la deriva es más natural, y eso  se traduce en más picadas. Pero consuélese usted me dice por usar hilos finos, solo pierde moscas en la boca de las truchas más grandes, yo además de eso, pierdo mis ninfas cuando se clavan en las raíces y las ramas sumergidas, por muy débiles que estas sean. A propósito, sin ánimo de ofender ¿descansaba usted, o es que no le suben las truchas a su mosca?
Entonces sentí por un momento una pequeña punzada en mi orgullo de "mosquero".

Ambos sosteníamos una mirada limpia y noble, enseguida nos dimos cuenta que nos caíamos bien.
-Bueno respondí, un poco de ambas cosas, si he de serle sincero, cuando las truchas dejan de cebarse, el mucho pasar la mosca sin resultados positivos, también llega a cansarle a uno.
-Disculpe que le corrija me dice, las truchas si que están activas, usted mismo me ha visto clavar un par de ellas no hace mucho tiempo. Querrá usted decir que no están activas en la superficie del agua.
-Bien, reconozco que así debe ser le digo, y le felicito por sus capturas.
-Y entonces... ¿por que no pesca usted bajo el agua cuando cesa la actividad en superficie? Las truchas muy bien pueden seguir activas allí abajo.
-No; si yo pesco al hilo con perdigones le digo, pero en estas circunstancias de poca agua y tan avanzada la temporada, prefiero seguir pescando a seca, y créame que no es por un simple capricho, dicho sea con todos mis respetos hacia usted.

-Conozco la pesca al hilo me dice, una técnica muy antigua y muy efectiva sin duda, pero poco convencional tal como se practica en la actualidad, además, contradice todos los principios de la pesca con sedal pesado y por tanto no debería considerarse una modalidad más dentro de la pesca con mosca.
-Siento discrepar de usted por pequeña y débil que sea mi razón le digo, y no debería molestarle, porque si yo opinara como usted no podría fundar mi disidencia ni haber conversación posible.  Los perdigones amigo,  no son otra cosa que imitaciones lastradas de ninfas de bétidos bien barnizadas, nada que ver con las ninfas peludas que usan ustedes, y el hilo que sustituye a su línea, bien pudiera ser un bajo extralargo de diámetro uniforme.

Los ojos del hombre brillaron un instante fijos en los míos, se le notaba agusto con la conversación, al fin y al cabo de realidades, recuerdos y esperanzas vivimos, y los comentarios de pesca son siempre agradables, tanto o más que el acto mismo de pescar. Pero al mismo tiempo se podía apreciar en su cara que algunas de mis palabras no le habían gustado demasiado, como sintiéndose también algo herido en su orgullo de "ninfero". Como si le hubiera soltado un gancho que el no esperaba.

El hombre un poco aturdido acusó el golpe, pero se recuperó rápidamente contratacándo y decidido entonces a ejercer una defensa agresiva pero respetuosa de su técnica y de su afición. Para probar mi temple como pescador de seca, me lanzó el siguiente dardo.
-Su rechazo de la pesca con ninfa se escuda tras un bosque de excusas. ¿No estará ocultando que en realidad no sabe usted pescar con ninfas? La pesca con ninfa y sedal pesado no es una técnica apta para mosqueros torpes. Por cierto, las ninfas peludas que tanto le desagradan a usted, son tan eficaces como sus perdigones, solo que necesitan unas manos expertas que las sepan guiar por el lecho del río con total naturalidad, y eso no está al alcance de todos.
-¡Nada de eso hay! Y no pretenda usted provocarme con preguntas o afirmaciones agresivas, que no lo conseguirá. Y le recuerdo lo que Don Quijote contestó a Sancho cuando este le reconvino por no haber atendido sus consejos en la aventura de los molinos de viento :《Calla amigo Sancho, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a mudanzas. 》Si el buen Sancho hubiese reunido la dignidad de pescador al oficio de escudero, pudiera haber replicado :《Y las de la pesca con mosca, señor 》.
En cuanto a la  elección de la pesca con mosca seca tiene para mi dos motivos principales : su eficacia y su gran belleza. Pescando con ninfa tan solo se tiene control sobre el señuelo cuando se pesca en corto, con la caña alta y la línea tensa.

-Habla usted de belleza... ¿ha pescado alguna vez con ninfa a trucha vista? La mayoría de los pescadores de ninfa lo hacen a ciegas, esperando que sus imitaciones vayan a parar a donde intuyen que puede haber una trucha puesta. En realidad no saben que la forma más excitante de practicar este arte es la pesca a trucha vista, como la caza al rececho.
-Disculpe, por un momento pensé que estaba usted hablando de la pesca en superficie, precisamente esa es nuestra técnica, ponerle a la trucha una mosca en los morros. Ustedes los pescadores de ninfa descubren una trucha puesta a medias aguas o en el fondo, solo cuando las truchas están quietas y las aguas claras. Es cierto que en esas ocasiones, cuando ven una trucha así puesta les produce emoción, pero ¿es esa emoción comparable con la visión del aro que produce la cebada de una trucha en la superficie del agua? Y que el pescador de mosca seca puede divisar a gran distancia. Y si esos aros son varios. ¿Hay actividad mental más emocionante que la de memorizar el punto donde se ha producido la cebada de una trucha, mientras se ataca otra cebada? Y que me dice de la magia de ver subir una trucha por muy pequeña que esta sea a la mosca. Cuantos aficionados de ambos emisferios, pescadores de mosca seca, admiten lo atractivo de esta modalidad de pesca, y reconocen que alegra el espíritu y remueve la sangre, que no hay ejercicio como éste que de tanto sosiego al alma y lozanía al cuerpo, que nos apasiona, que nos lleva de jóvenes al desprecio de la salud, y de viejos al instinto de la temeridad, pues los deleites de la pesca con mosca seca son de los que duran toda nuestra existencia y rememoran en nuestra vejez. Confiesemé que la pesca con ninfa a trucha vista es mucho más ocasional y raro de lo que usted me quiere hacer creer. Todo lo demás es pescar a ciegas. Y ya sabe : lejos de la vista... lejos del corazón.

Estas truchas, no mienten ni hacen trampas, no pueden ser sobornadas con el dinero, solo responden a la supervivencia, a la humildad y a una infinita paciencia. No hay categorías sociales para pescarlas, no hay más que ser o no ser. 

-La pesca a trucha vista de los que pescamos con ninfa y sedal pesado, no es mucho más ocasional que la pesca sobre las cebadas que practican ustedes muy de vez en cuando, dicho sea de paso. Ustedes tienen la ventaja de detectar la trucha cuando está activa en la superficie al observar la señal de sus diferentes formas de tomar las moscas. Y hablando de moscas, ¡también nosotros disponemos de ninfas prácticamente flotantes para pescar con ellas cuando la ocasión es favorable!
-Ninfas que también poseemos los que pescamos en superficie, y que son un excelente recurso cuando las truchas rechazan nuestras imitaciones de emergentes.
Estas imitaciones de ninfas emergentes también están en mis cajas, y le confieso que las he usado numerosas veces con buenos resultados. En el caso de que las truchas estén tomando las ninfas muy cerca de la superficie, podemos como ustedes, detectar miniondas o ínfimas cebadas que pueden ser atacadas como si pescaramos a mosca seca, con pequeñas imitaciones de ninfas emergentes de bétidos. Mis preferencias son las de tonos amarronados montadas en anzuelos del número 22 o 24, fantásticas en algunos ríos como este. De esta forma, la ninfa emergente, al igual que su hermana la mosca emergente, en ningún caso deben dragar, y por tanto tienen que derivar a la misma velocidad de la corriente donde se encuentra la trucha puesta, hasta llegar a la misma boca.

-Está claro que los pescadores de superficie y de fondo, compartimos esos diez o quince centímetros inmediatos a la lámina superficial del agua. Pero reconózcame usted que un pescador solo de seca es un pescador cojo. Ustedes desconocen la pesca en profundidad en el sentido literal y amplio de la palabra, sólo están capacitados para percibir sensaciones en un único plano, e ignoran las emociones que proporciona una pesca tridimensional como es la sumergida.

En este punto, la conversación empieza a tomar tintes algo dramáticos. La observación que hace sobre las sensaciones y emociones me afectan de lleno, acuso el golpe bajo con resignación, pero no me amedrenta y contrataco.

-Ya le he dicho y le reitero que por razones de control, no me importa prescindir de sus maravillosas sensaciones. Si le place, puede usted tentar todo lo que quiera a una trucha a la que ni siquiera ve, y cuya picada detectará las más de las veces cuando ya sea tarde. Que unos pocos virtuosos consigan clavar una trucha tras otra, no quiere decir que su "arte" sea fácil y eficaz. La pesca en superficie da muchas más oportunidades a un pescador medio que la pesca en profundidad, cuyas mejores oportunidades se las reservan los especialistas, que parecen poseer una especie de sexto sentido.

En su mayoría, las raseras son las que marcan la pauta a seguír, junto con algunos ramales, tablas y pozos, que de alguna manera diversifican la pesca en este escenario. 

-Esto último que usted me dice se ha convertido ya en un tópico, la dificultad de la pesca con ninfa. Yo le diría y no me lo tome a mal, que la dificultad de la pesca con ninfa está construida con los abandonos de los "mosqueros" inconstantes. ¿Quiere una prueba de lo que digo? La inmensa mayoría de los pescadores de fondo sabemos pescar también en superficie con notable desenvoltura, cosa que no sucede al revés. Muy pocos de ustedes suelen dominar la pesca en profundidad.

-¡Me ofende usted ante tal afirmación le digo! Un reputado pescador con ninfa dejó escrito que el pescaba y pesca a ninfa porque nunca había sido capaz de presentar razonablemente bien una mosca seca.
-Se de quién me habla me dice, un pescador de oficio hijo de esta ribera, pero debe admitir que lo de ese pescador es un caso muy raro. ¿Conoce usted muchos más?
-No ciertamente le digo, pero también es verdad que no abundan los pescadores con el grado de sinceridad de ese señor.
-Ustedes los pescadores de seca, reclaman la suya como la modalidad de pesca más elegante y más refinada de capturar una trucha. No dudaré yo de su elegancia pero...¿que me dice usted de la maestría y discreción de saber presentar una ninfa sin hacer huir o despertar la desconfianza de la esquiva trucha, para seducirla en su propio elemento? Esta delicadeza y esa abilidad supera a todas las filigranas hechas por ustedes.
-¡Me está ofendiendo usted de nuevo con tanta insolencia! Decir eso es pura ñoñeria, quienes se esfuerzan en ver filigranas donde sólo hay armonía, pierden el tiempo. Nosotros no hacemos filigranas y usted lo sabe. Me temo que ha visto demasiados "mosqueros" de seca, tan vanidosos y presumidos como inexpertos. Pescadores  de media braga que van al río con la única finalidad de que los demás pescadores les admiremos.
Le digo que la pesca en superficie es discreta, y un lance preciso sólo es espectacular por sus resultados, no por la evolución de la línea en el aire. Donde los mirones solo ven arabescos, el buen pescador de seca solo ve y siente armonía en sus movimientos, unos movimientos discretos que solo tienen como objetivo la captura de la trucha. Nosotros ni siquiera presumimos de posar una mosca con elegancia, decimos que la mosca se ha posado correctamente, le cedemos nuestro mérito en un acto de modestia. Eso sí, un mosquero pedante presumirá de que el posa la mosca como nadie, un docto parlero que todo lo sabe, aunque lo ignore todo, y que quiere elevar el arte de la pesca con mosca a la categoría de las ciencias exactas; es, en suma, un pescador estrafalario, una calamidad con caña, que cuando no compadece a los que pescan por afición, dirigiéndoles miradas de olímpico desdén, diserta para demostrar lo mucho que ignoran quienes le ven. Esos "pescadores" orgullosos, mejor dicho, esas reputaciones usurpadas de pescadores formados exclusivamente en el lanzado, no saben pescar, y sufren por dentro viéndose humillados al contacto con la brava Naturaleza y con los verdaderos pescadores. Porque al igual que existe la vocación en el sacerdocio, en la medicina, en el arte, la poesía o simplemente en la carrera militar o judicial, la pesca con mosca seca es por encima de todo una vocación, que permite al que la práctica ser realmente quien es y distinto del resto.

Por eso, la pesca con mosca no es diversión, ni cosa alegre, ni mucho menos empresa enderezada a fortalezer el cuerpo y espaciar el ánimo. La pesca deportiva con mosca es algo así como resolver un problema algebráico o practicar una ceremonia religiosa. Cuanto mayor serenidad y corrección mejor. Ya lo decía Ortega y Gasset,《la pesca para ser pesca, tiene que ser escasa y difícil 》. El sólo y exclusivo afán de pescar mucho entrega el gusto y produce cierta embriaguez mental, incompatible con las dificultad, las delicias y los placeres de la pesca deportiva.

Hay que usar el instituto para engañarlas, y luego la inteligencia para devolverlas sanas y salvas. 

-No me haga juegos de palabras que parece ser su especialidad, y presénteme argumentos sólidos, que le veo irse por los cerros de Úbeda y perderse entre los olivares. Hablemos de eficacia me dice, ¿dispone de muchos recursos la pesca en superficie? Yo se lo diré. La eficacia de la pesca con mosca seca queda limitada a que las truchas se ceben arriba, o que alguna se mantenga en su puesto de caza entretenida viendo lo que transporta la corriente. ¿Y que pueden hacer ustedes cuando esto no sucede? Normalmente sentarse a la orilla del río como lo ha hecho usted hoy.

Al defenderme de sus acertados argumentos, no hacia más que darle la razón con los mios.
-Los mosqueros de superficie disponemos de moscas atractoras y de conjunto, son moscas que difícilmente pasarán desapercibidas para las truchas, ya sea por su volumen o por sus caprichosos colores, y alguna siempre se decide a atacarla, salvo que las truchas estén encuevadas en el fondo del río, en ese caso no habrá nada que hacer, ni para nosotros ni para ustedes.
-¿Está usted seguro que un mosquero de profundidad abandonaría tan fácilmente? Vea las posibilidades de nuestra modalidad : simplemente mediante una línea de punta sumergida, podemos rastrear más eficazmente todos los niveles del agua donde las líneas flotantes tienen sus limitaciones. Pero también jugando con el lastrado de nuestras imitaciones, podemos hacer llegar nuestras ninfas "peludas" allá en el fondo del río donde las truchas están a salvo de pescadores como ustedes.

En este punto de la conversación me suelta una coz que me deja medio grogui. Un poco desconcertado y algo aturdido por el golpe, solo se me ocurre preguntarle...
-¿y cuando las truchas no están activas en el fondo del río?
-Los "bichos lanudos" mueven en ocasiones esas truchas grandes y poco activas.

Al oír sus palabras, me enderecé como picado por un mosquito en el cuello.
-¡Oiga! eso de bicho lanudo será usted. Que no porque pesque muchas truchas tiene derecho a insultar.

Entonces el pescador de profundidad irrumpió en una sonora carcajada que me enfureció aún más.
-Los "bichos lanudos" amigo pescador de superficie son los populares Wooly buggers, un estrimer creado por Russel Blessing de Pensylvania en los años sesenta, aunque aquí no lo conocimos hasta los años ochenta de la mano de los ingleses.
-¡Pero como le gusta a usted complicar las cosas le digo! ¿No sería más sencillo decir moscas provocadoras?
-En contra de lo que muchos pescadores piensan, la pesca con estrimer, o si lo prefiere con moscas provocadoras, no es una disciplina precisamente sencilla me dice. Exige un adecuado dominio de las distintas técnicas de lanzado, y sobre todo, un gran conocimiento del hábitat de la trucha.  El estrimer es algo que por necesidad siempre tengo que probar en todas las aguas profundas en las que pesco. Este señuelo me produce grandes satisfaciones, es una pesca activa, dinámica, pero muy arriesgada, no es la primera vez que tienen que extraerme un anzuelo grande, pero este es el precio que hay que pagar por tener la posibilidad de ver salir de sus escondites las grandes truchas del río.
-¡Oiga... y con todo eso del anzuelo ¿no estará usted convirtiendo la imprudencia en heroísmo?
-¡ni por asomo! Los anzuelos no me los clavo por gusto, y precisamente por que duelen pongo el máximo cuidado al lanzar los estrimeres.
-¿Ha pescado usted mucho con cucharilla verdad?
-¡sí! me dice, ¿como lo ha adivinado?
-por sus elogios y por la descripción apasionada que ha hecho del estrimer. Yo también fui pescador de cucharilla le digo, y de mosca ahogada con cinco mosquitos, aveces con cuatro cuando quitaba el rastro para pescar los serenos, pero nunca pesqué con estrimer, supongo que no se podrá hacer lo mismo con un estrimer que con una cucharilla.
-¡Pues claro que no! Su comparación me parece odiosa por lo ridícula. Ya puestos a comparar, yo le diría que la pesca en superficie es como ir a ver a tu equipo de fútbol y quedarte a las puertas del estadio, mientras que la pesca en profundidad es ver a tu equipo en el palco de autoridades aplaudiendo las buenas jugadas.

-¡Oiga! Volviendo a esas moscas provocadoras que tanto le apasionan, dígame. ¿La palabra "mosca" no debería aplicarse solo a los insectos que sirven de alimento a las truchas?
-Es cierto que los estrimeres no son moscas -insectos, pero desde siempre han sido introducidos en el  grupo de moscas atractoras.  El estrimer amigo mio, es una gran alternativa para aguas semiparadas y  profundas cuando no vemos actividad en superficie, y que muy pocas veces utilizan ustedes, limitándose en la mayoría de las ocasiones  a cambiar de zona sin más. Un gran error a mi juicio, dado que es precisamente en estas posturas del río donde podemos capturar esas grandes truchas depredadoras que en contadas ocasiones se alimentan en superficie.

-Y dígame señor... ¿y en las corrientes muy fuertes y profundas?
-Estas zonas del río me dice, son también a menudo olvidadas por ustedes, incluso por los pescadores de profundidad, y que evidentemente albergan truchas, bien apostadas en las orillas o muy profundas al abrigo de la corriente que normalmente es mucho más fuerte en la superficie. Son zonas donde la mosca seca no pesca y las ninfas no se mantienen, en éstas situaciones si nos situamos aguas arriba de la corriente y lanzamos a la orilla opuesta, el estrimer trabajará perfectamente en esas aguas, y las truchas saldrán de sus refugios para atacarlo, en muchas ocasiones con absoluta voracidad. Esto amigo pescador de superficie es bien conocido por los pescadores de competición, y si no pregunte usted alguno de ellos, que tienen que aprovechar sus tramos de pesca al cien por cien.
-Me está usted convenciendo de las bondades de esta modalidad de pesca , me gustaría conocer  algo más sobre esta técnica.

-Voy a contarle algo que quizás desconozca me dice. La superficie del agua es una frontera que separa dos dimensiones, una puramente aérea donde no se hacen patentes más que unos limitados aspectos de la vida acuática. La otra, la verdadera dimensión subacuática está hecha para ser traspasada por los más despabilados e inquietos pescadores que saben apreciar un inacabable mundo de vida, y que nos permite practicar nuestros vicios más inconfesables.
-¡Ajá! Acaba de decirme usted que practica vicios inconfesables bajo el agua. Ya le oí decir en otra ocasión que la pesca en profundidad era excitante, pero no imaginaba que se pudiera llegar a esos extremos.

El pescador quedó entonces muy confuso al escuchar mis palabras. Su cara parecía fingir sus verdaderos sentimientos para no mostrar su enfado. Entonces sin alterar su voz dijo :
-¡Gran razón tiene el refrán que dice que por la boca muere el pez! Yo amigo pescador, soy una persona onorable y no hago marranadas bajo el agua. Me refería a que en la pesca de profundidad, podemos experimentar con nuestros montajes más atrevidos, ya que un estrimer tan sólo es una sugerencia de un pez o un ser vivo que tiene dificultades para nadar, y por tanto una presa fácil para las voraces truchas, o también pudiera ser atacado como consecuencia de invadir la postura o territorio de una trucha por un ser extraño, y cuyos movimientos podemos imitar por medio de nuestra línea y nuestra caña. Esto es a lo que me refería con esa frase tan desafortunada y que tanto le ha llamado la atención.
-La próxima vez pensaré mejor lo que digo.
-No debe disculparse señor, soy yo el que debe pedirle disculpas por mi torpeza al malinterpretar sus palabras. Pero dígame señor. ¿Ha pescado alguna vez con mosca ahogada?
-Mis comienzos como pescador fueron precisamente con mosca ahogada y buldó.
-No; me refería a pescar con mosca ahogada y sedal pesado, esa pesca tan denigrada por muchos y practicada por muy pocos aficionados, pesca difícil según unos, y a la vez considerada fácil por otros.
-Siempre he considerado esa modalidad como de segundo orden, aunque debo reconocer que es preciso poseer un extraordinario sentido del agua, además de una seguridad de mano muy desarrollada. Pero seguro que en otra ocasión hablaremos de esta modalidad que algo habrá que observar, pues como dice un proverbio griego,《el grande sin el pequeño hace un muro defectuoso 》
-¡Oiga! Con tanta experiencia y dilatada vida de pescador, tendrá muchas historias y anécdotas que contar.
-Alguna hay, no crea.

El pescador de profundidad enderezó su rostro atezado, y con el brillo en sus ojos castaños, miró el reloj.
-Si me lo permite me dice, quiero contarle una antigua conseja, por la que verá, si me escucha atentamente, que los pescadores estamos absueltos del pecado de mentir. 
-Venga, venga, le digo, cuénteme esa conseja.
-Pues sucedió un día que encontrándome pescando no muy lejos de este lugar, sin más compañía que la de una escuadrilla de mosquitos, se encontraron allí el Arcángel San Miguel y el Diablo en persona. Se trabaron en una discusión acalorada adquiriendo grandes y graves proporciones. Sostenía el Diablo que todos los pescadores eran unos embusteros, atribuyéndose para vanagloriarse ante sus amigos, azañas pesqueriles que sólo en su imaginación habían existido, y por tanto opositores a las llamas perpetuas del infierno por ser la mentira un grave pecado. Los defendía el Arcángel, y cuando más enconada estaba la discusión acertó a pasar por allí Casimiro con su perro.

Casimiro era un joven pescador muy conocido en la zona, tenía por costumbre hechar unas varadas antes de unirse a su padre en las labores cotidianas del campo. Curioso, intervino en la conversación, y al saber de lo que se trataba refutó con tesón y altivez las afirmaciones del Diablo. ¡Quien miente eres tú Satán! Porque yo pescador soy, y jamás he traicionado ni traicionaré la verdad, y nada ni nadie en el mundo sería capaz de hacerme mentir. Su mirada llena de claridad confundió al Diablo, que se retiró refunfuñando y diciendo con su voz cavernosa : Eso, ya lo veremos.

Siguió Casimiro pescando con su perro "Goliat" que jamas le abandonaba. El Arcángel quedose tristemente silencioso, pensando de que estratagema se valdría el Diablo para hacer que el joven pescador quedase cogido en sus trapaceras mañas, osea, de sus palabras. Después de pescar un rato, Casimiro y su perro se dirigieron al encuentro de su padre para incorporarse a las labores del campo. De camino, tuvieron que atravesar una finca donde pastaban una piara de caballos, algunas ovejas sueltas, y un carnero de enroscada cuerna, al que todos allí tenían como un miura. Se le ocurrió a Casimiro simular con el talón de la caña en una mano, y el puntal en la otra, la suerte de banderillas, pues Casimiro era muy aficionado a los toros, a cuyo efecto se cuadró frente al carnero que, con la cabeza engallada y muy plantado lo miraba fijamente. Casimiro, con mucha sangre torera, avanzó dos pasos hacia el bicho, marcó en la arena una patadita y elevó los brazos, ya extendidos citando al animal. El carnero se arrancó hacia él, embistiéndole con furia y lo derribó de un topetazo, más en el mismo instante, el valiente "Goliat" iba a lanzarse sobre el selvático carnero, cuando el Diablo le agarró por la cola con tal fuerza, que el pobre perro quedose como clavado en el sitio. Falto de movimientos "Goliat" y dando alaridos espantosos, el carnero se enfureció aún más, abrumando al pobre Casimiro a cornadas, y revolcándolo varias veces, dejándolo maltrecho y ensangrentado, y viendo con enojoso asombro como "Goliat" no había acudido en su defensa.

El padre de Casimiro, atraído por la algazara del lance, salió en su ayuda, encontrando a su hijo desvanecido en el suelo sin poderse mover, y teniendo a su lado a "Goliat ", que temeroso y huidizo, se quejaba por el dolor producido en la cola por la diabólica mano del Diablo. Desolado el padre de Casimiro, apresurose a levantar a su hijo.
-¡Hijo! ¡Hijo! ¿Estás herido? Razón tenía yo al querer matar al viejo "Goliat". ¿Veis hijo, como ya no sirve para nada? Primero no te defiende, y ahora preso de miedo aún se tiende cobarde dando lastimeros ahullidos.
Entonces, apartando al pobre "Goliat" de un puntapié, añadió con acento colérico. Aparta viejo cobarde que no sirves ya ni aún para defender a los que te dan de comer. ¡Aparta, te digo!
Casimiro ya en pié, miró con una dulce mirada a su fiel perro "Goliat", que acercose sumiso a lamer su mano ensangrentada. Casimiro le acarició con cariño.
-No acuses a mi pobre perro padre, que valiente y fiel es, digno siempre de su buen ganada fama. Ha sido un exceso de vanidad mía, que el Señor a castigado justamente. Quise obrar por mi cuenta, ya que "Goliat" tenía sujeto al carnero cuando yo le grité con imperio, ¡atrás! Y viendo que no me obedecía, le alejé dándole con mi caña en la cabeza.

Un humo espeso y fétido encareció la atmósfera, una estruendosa carcajada hirió los aires. Satanás reía.
El Arcángel San Miguel llegaba presuroso batiendo sus blancas y grandes alas.
El Diablo refugía de gozo.
-No me negarás ahora que Casimiro también ha mentido.
-Si,ha faltado a la verdad, es cierto, pero lo ha hecho como pescador para salvar la reputación de su perro, y tu bien sabes, ¡maldito Satán!, que cuando el fin es bueno, justifica los medios de que el hombre se vale para llegar a él.
Los pescadores respetuosos con las leyes y la Naturaleza, desde hoy, siempre que hablen de sus logros y azañas de pesca quedan absueltos del pecado de mentir.

Entonces, el Arcángel San Miguel remontó el vuelo y el Diablo abergonzado y confundido desapareció.
Casimiro feliz, veía como "Goliat" daba vueltas a su alrededor, ladrando gozoso. 
Esta historia no tardó en hacerse notoria, y todos los pescadores siguen fieles a la tradición a través de los años.

-No conocía esta historia señor.  Entonces ahora  puedo repetir con impunidad que la pesca con mosca seca es la más natural y elegante de capturar un pez.
-Si, claro que puede hombre, cuantas veces quiera. Ahora debe disculparme, pues se me está haciendo tarde. Por cierto, ¿va usted ha seguir pescando?
-No lo creo le respondo, la dichosa vista, ahora que el sol se oculta tras los árboles, empiezan las dificultades para seguir la deriva de la mosca, y ya sabe... ojos que no ven, corazón que no siente, y para eso mejor dejarlo.
Haber si alguien inventa una mosca tipo "luciernaga", que además de no asustar a las truchas, se pueda ver con claridad en las oscuras sombras de los atardeceres veraniegos. Aunque me temo al paso que voy, no tendré más remedio que hacer lo mismo que Edward Crey, que además de dejarnos una joya de libro sobre la pesca con mosca "Fly Fishing" 1869, casi ciego seguía pescando con la ayuda de un guía que le decía cuando se producía la subida de la trucha a su mosca.

-¡Oiga, lo de ese hombre si que era pasión  por la pesca con mosca!
-La pasión por la pesca con mosca solo es comparable con la del amor, pero hay una diferencia : que la afición de la pesca con mosca se agiganta satisfaciéndola, y el amor se consume al logro del deseo.
-¿Quiere usted decir que la caña es la verdadera amante del pescador?
-Lo que quiero decir es que por la pesca con mosca seca se deja todo : el trabajo, los negocios, la novia, y hasta los hijos.
-Eran otros tiempos me dice nuestro amigo el pescador de profundidad.
-No crea le digo. Yo me encontré  no hace mucho tiempo en el río Omaña, un anciano pescador avanzando río arriba entre los pedregales apoyado sobre dos muletas y la caña, me dió mucha pena y pensé que no me gustaría verme algún día en esa situación.
-Bueno, la pesca también es un estado de ánimo.
-Es cierto, pero créame señor, este mundo es muy malsano, malsano y aburrido... cuando no se tiene un ideal, y el ideal de la pesca sólo con la vida se extingue.
En realidad los que vamos siendo algo mayores, vamos abandonando de forma tan paulatina y escalonada, que nosotros mismos no nos damos cuenta. Se abandonan las fuertes corrientes, se evitan los tramos acidentados, las largas caminatas.
-¡Pero no desespere hombre me dice! Usted todavía es joven en plenitud de sus días,  otros como Izaak Walton o Frederic Halford fueron capaces de pescar más allá de los 90 años, por lo que es muy probable viendo su estado de forma, que también entre usted a formar parte de ese grupo. Además, si es verdad como afirman los médicos que cada año de pescador activo vale por diez de hombre urbano y sedentario, en lo cual creo, no sería una frivolidad pensar en la celebración de su futuro centenario de pescador.
-¡Y que centenario, si como es de esperar y Dios lo quiera, se encarama usted en los ciento doce años de vida y de pescador, y llego yo a presenciarlo y aplaudirlo!
Ya lo decía San Pedro, que alababa y aconsejaba la pesca aunque con red, como fuente de delicias y de salud.
-¡Dios y San Pedro le oigan exclamé! Ya que nunca gané nada en competiciones de pesca, al menos pueda ganar el cielo, y hasta la misma gloria si llego a pescar con esos años.
Es posible que en tanto pueda mantener mi vieja caña entre las manos con la firmeza suficiente para hacer evolucionar la línea por el aire, aunque sean filigranas, seguiré pescando.
-Que así sea y yo le vea dijo el pescador mientras recogía su línea.
Yo hice lo mismo y después de unos buenos apretones de manos el se encaminó río abajo y yo en dirección contraria.

Ya de regreso al coche, caminando lentamente, gozando de la bienaventuranza de la tarde, que ya el sol en un agonizar, teñia el cielo de rojizos resplandores sobre los que destacaban las manchas oscuras de las sombras de los árboles reflejadas en el claro cristal del agua, y deleitándome con los placenteros aromas de los diferentes arbustos que se entremezclaban con los del tomillo y romero, iba pensando lo común que resulta encontrarte en el río con "listillos" que les cuesta saludar, pero no con pescadores tan educados como este señor que me encontré hoy,  un tanto áspero si se le incomoda en el ejercicio de la pesca, más en la vida ordinaria es franco, cariñoso y desinteresado con sus amigos. Entrega aquel con quien pesca todas las potencias de su alma y todas las energías de su cuerpo, porque para él todo pescador es su amigo, y todo amigo suyo es su dueño.

A estas alturas de la temporada y con el río bajo de caudal, se hace verdaderamente difícil engañar alguna trucha.  Aquí nadie regala nada y no hay lugar para la improvisación. Fotografía tomada guas arriba del pozo " El Petacál ". 

Pozo "El Petacál", antiguo límite inferior del acotado, con alguna buena y  honrosa trucha en sus aguas. 


Explendida tablada, aguas abajo del pozo "El Petacál" al mediodía. Un error muy frecuente, es creer que los grandes ejemplares de truchas solo se encuentran en las profundidades de los pozos. Muchos trofeos esperan en lugares comúnmente frecuentados como esta rasera.

Misma tablada al atardecer. Las sombras se adueñan del río.  En estas circunstancias se hace difícil seguir la deriva de la mosca. 

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